Decimos que la luz se propaga en línea recta y que el
movimiento de los cuerpos es continuo, pero es imposible ver un fotón y cómo se
mueven las partículas. Según la interpretación cuántica, un fotón que se
propaga o una partícula que se mueve es equivalente a una onda que se expande,
pero una onda de probabilidad que misteriosamente se colapsa sobre un objetivo
localizado.
¿Cómo se podría colapsar una onda deslocalizada si no es
porque hay otras ondas deslocalizadas que la interfieren? Y si la interacción
es onda-onda, ¿no debe estar deslocalizada la realidad completa? ¿Qué es lo que
debemos cambiar en la forma de pensar para comprender cómo trabajan las
partículas?
De ser correcto lo que se ha planteado sobre los campos
estacionarios, la expansión de un campo debe ser una propagación estacionaria,
ya que por encima del radio mínimo existen cruces de ondas generadoras. Al
contrario, cuando un campo reduce su radio interno, solo las ondas de absorción
estarán presentes por debajo del radio mínimo, y el campo no se compactará como
una propagación estacionaria sino con la velocidad de las ondas generadoras.
Yo mismo diseñé un programa para experimentar con superposición de ondas de diferentes frecuencias y velocidades de propagación. El
siguiente ejemplo se corresponde con frecuencias diferentes y velocidades
iguales, donde se observan pulsaciones o batidos que son característicos cuando
las frecuencias son bastante parecidas.
Eso es más o menos lo que se podría esperar en cualquier
dirección radial de un campo estacionario, dependiendo de las frecuencias de
absorción y emisión. El punto X que se ha marcado es de amplitud nula y su
propagación se puede obtener haciendo igual a cero la suma de amplitudes de las
ondas generadoras.
Si la velocidad V de las ondas generadoras es constante, se
deduce que un punto X de amplitud nula se propaga con velocidad proporcional a
la diferencia de frecuencias e inversamente proporcional a la suma. El
resultado es positivo si la frecuencia de la onda 1 es mayor, lo que significa
que la propagación estacionaria tendrá el mismo sentido que la onda de mayor
frecuencia. La relación entre diferencia y suma de frecuencias es cero cuando
son iguales, y su valor máximo tiende a uno a medida que aumenta la frecuencia
de la onda 1, lo que significa que la propagación estacionaria está limitada
por la velocidad de las ondas generadoras, a la que solo llegaría si la
frecuencia de la onda 1 se hiciera infinito.
Parece lógico que las frecuencias de las ondas generadoras
no son algo que podamos medir, ya que ni siquiera se puede asegurar que las
partículas sean realmente como los campos estacionarios que estamos
considerando. Si esas frecuencias tuvieran valores muy, muy grandes, muchísimo
más que las de cualquier onda conocida, y la diferencia fuera muy pequeña
comparada con cualquiera de las dos, entonces la suma de frecuencias podría
considerarse constante, lo mismo que la velocidad V de propagación. Siendo así,
la propagación estacionaria sería proporcional a la diferencia de frecuencias,
y la velocidad estacionaria sería muchísimo menor que la velocidad V de las
ondas generadoras.
Siguiendo con el razonamiento, si las partículas (incluyendo
a los fotones) son lo que oscila de forma estacionaria, sería evidente que algo
mucho más rápido que la luz estaría recorriendo sus campos, es decir, sus ondas
generadoras, y de ser
correcto habría que pensar en ondas generadoras tan rápidas como lo que pudo
expandirse en el Big-Bang, si es que existió.
Vale la pena dejar constancia de una posibilidad extraña y
quizás menos probable. Si observamos la figura anterior con frecuencias
casi iguales, los trenes de impulsos o “batidos” corren en el mismo
sentido que la onda de mayor frecuencia, pero lo hacen con una velocidad
increíble comparado con las ondas generadoras, hasta el punto de acercarse a
infinito si la diferencia de frecuencias tiende a cero. Esos extraños batidos,
¿transportarían información reconocible para las partículas, como pudiera ser
el espín o la dirección en que se polariza un fotón?
De algún modo, dos partículas entrelazadas tienen que ser
dos partículas en “sintonía” con la misma frecuencia, de forma que la más
ligera perturbación de la frecuencia bastaría para propagar esos batidos con
velocidad casi infinita. Cuanto menor sea la diferencia de frecuencias, más
largo es el tren de impulsos de cada batido y más parecido es a una onda
estacionaria pura. Ciertamente, cada tren de impulsos experimenta
periódicamente una reducción y anulación que corre con una cierta velocidad, y
cuando el tren se hace infinitamente largo, entonces el batido que lo reduce y
anula lo recorre con velocidad infinita, coincidiendo con una onda estacionaria
pura.
Si a eso le añadimos que las ondas de un campo reaccionan
“de verdad”, entonces no parece imposible que dos partículas establezcan
vínculos “instantáneos”. En la siguiente figura se muestra el caso de
frecuencias casi iguales, donde vemos que un gran número de semiciclos
experimentan una reducción casi simultánea, más rápida cuanto mayor sea el
número de semiciclos que forman el tren de impulsos.
Es posible que ninguna de las opciones sea la correcta, pero
de momento son tres las alternativas que podrían competir para explicar la no
localidad que demuestran las partículas, y que se resumen en los tres párrafos
siguientes.
La primera es que los campos de las partículas todavía son
recorridos por algo mucho más rápido que la luz, aunque su propagación
estacionaria no pueda superar esa velocidad. Cuando se habla de velocidad de
propagación de un campo se entiende que es propagación radial, pero no se debe
confundir con su proyección real en cuanto a desplazamiento en el espacio, ya
que una onda esférica se podría expandir en torno a un punto que estuviera fijo
en el espacio. Los desplazamientos reales estarían provocados por las
reacciones entre ondas, y eso significa que hay a la vez propagación radial y
desplazamiento, algo así como las dos proyecciones de una magnitud compleja que
sigue la deformación del campo, una imaginaria o radial pura, y otra real como
desplazamiento en el espacio. Por lo tanto, la velocidad real de la luz tendría
su equivalente imaginaria mucho mayor, ya que la proyección real solo podría
estar causada por un arrastre casi imperceptible entre las ondas que se cruzan.
La segunda alternativa es que no se necesita algo más rápido
que la luz, entendiendo que si las ondas reaccionan, aunque solo sea muy
ligeramente, es posible que dos partículas en sintonía se comuniquen con
velocidad casi infinita. Esta posibilidad parece atractiva, pero no es
convincente que se pueda transmitir información más rápido de lo que puede
viajar el mensajero, es más bien un truco que no funcionaría, a menos que los
campos de las partículas escondan algo fundamental que no llegamos a entender.
La tercera alternativa también se propuso tiempo atrás,
basada en la realidad no local. Si todo lo significativo sucede en la
superposición de campos, pero lo que medimos no es más que una proyección
local, es como si recibiéramos las cosas con retraso pero no pudiéramos darnos
cuenta de ello. Al observar dos partículas a distancia y en el mismo instante,
ambas instantáneas habrían sido capturadas un poco antes y cada una reflejaría
una cosa que parece diferente pero serían como las dos caras de la misma
moneda. Algo similar parece ocurrir con cada decisión que tomamos, pues parece
haberse demostrado que un poco antes de la decisión consciente ya existen
síntomas, como la actividad neuronal, de que la decisión ya estaba tomada. Otro
caso significativo es la observación de imágenes aleatorias que pueden
responder a dos tipos de patrones diferentes: Cuando el número de intentos es
lo bastante grande, la desviación estadística tiende a decantarse por el
acierto de forma leve, pero estadísticamente significativa según los expertos.
Haciendo caso a la mecánica cuántica, la propagación de un
fotón o el movimiento de una partícula se pueden comparar con la expansión de
una onda, o de un campo estacionario como aquí lo entendemos. Ya se ha visto
que si un campo se expande lo hace como una propagación estacionaria,
supuestamente más lento que las ondas generadoras del campo. Cuando el fotón o
la partícula sean absorbidos, la compactación de su campo debería ocurrir con
la velocidad de las ondas generadoras, supuestamente tan rápido como un colapso
casi inmediato.
Un colapso sería entonces como una proyección local del
campo que podría ir dirigida hacia muchas posiciones posibles, como en un
estado de indeterminación en el que cada una de las posiciones tendría una determinada
probabilidad. Cada proyección local es una reconstrucción del campo y no algo
con masa que se desplace entre posición y posición. Cuanto mayor sea la
distancia entre dos proyecciones consecutivas, mayor será la separación entre
las ondas de las dos proyecciones, causando interferencias pero no reaccionando
entre sí, pues ya sabemos que lo importante son las superposiciones de ondas
completas y no las interferencias.
Vamos a suponer que una partícula está condicionada
por la superposición con otros campos, dando lugar a un solo campo resultante
cuyo centro define un centro de masas C. Si la velocidad de la partícula es
pequeña como en el caso de la izquierda en la figura, las ondas de la corriente
de expansión serán arrastradas por las ondas convergentes, con las que se
cruzan y reaccionan. Sucederá lo mismo con las ondas convergentes, siendo
arrastradas por las ondas de expansión hacia el centro de la partícula P. El
campo se deformará y las corrientes de ondas seguirán dicha deformación, de P a
C las que se expanden (flecha negra) y de C a P las que convergen (flecha
roja). Las dos corrientes no pueden cruzarse frontalmente porque desaparecería
el arrastre, desviándose y arrastrándose de nuevo, ¡siempre habrá una
desviación!
Veremos que la velocidad del campo (completo) hacia el
centro de masas dependerá de las frecuencias de las dos corrientes de ondas:
Siendo mayor la frecuencia de las ondas de expansión, el radio mínimo del campo
aumentará, se expandirá y seguirá la deformación hacia el centro de masas. Pero
al expandirse se reducirá la densidad y la corriente convergente reconstruirá
el núcleo denso de la partícula un poco más cerca de C, ya que llega desviada
porque tiende a fluir hacia C.
En consecuencia, el campo entero se propaga hacia el centro
de masas con velocidad creciente, ya que la superposición alcanzará radios cada
vez menores y aumentará la densidad y las reacciones. Hay una realimentación
que acelera el campo porque también aumentará la diferencia de frecuencias,
volviendo a incrementar la velocidad, disminuyendo el radio de superposición e
incrementando las reacciones…
Puesto que hay aceleración se deduce que el campo
estacionario tiene su propia inercia y su propia masa, amplificándose ambas
propiedades con la disminución del radio del campo por el aumento de la
densidad, hasta generar una especie de masa puntual que identificaríamos como
un corpúsculo con las propiedades de la materia según la mecánica clásica.
Si un campo tiene inercia, esa misma inercia afectará a la
diferencia de frecuencias, ofreciendo una resistencia a su expansión y, en
consecuencia, a la variación de su estado de reposo o de movimiento. Como es
lógico, tal resistencia dependerá del caudal de su corriente de ondas, es
decir, el caudal es la causa de la masa física que reconocemos y medimos.
Cuanto mayor sea la velocidad V del campo (completo), cada
onda de expansión se producirá más cerca de la anterior, de forma similar a lo
que sucede con el efecto Doppler. Eso significa que debe existir una velocidad
límite a la que todos los centros de onda del campo estarán superpuestos, tal
como vemos en el lado derecho de la figura anterior.
En esas circunstancias ya no puede haber una corriente
convergente que intenta fluir hacia C porque no hay ondas de expansión que las
arrastren hacia P, ya que todas las ondas de expansión llegarán a C a la vez.
El campo de P podrá tener sus propias corrientes de ondas generadoras pero
estará “desconectado” del campo central que se localiza en C. La partícula
pierde el arrastre y su velocidad se mantiene por inercia.
¡Ahí puede estar la diferencia entre un fotón y una
partícula con masa! La partícula no puede alcanzar la velocidad de la luz
porque su centro se reconstruye continuamente en posiciones intermedias del
recorrido, siempre habrá posiciones localizadas desde las cuales hay reacción
entre las dos corrientes opuestas, generando esa propiedad de la materia que
llamamos “masa”. Al contrario, un fotón solo se expande, sin reacciones entre
dos corrientes opuestas que se
encuentren desviadas, y por lo tanto sin masa.
Si nos fijamos en los dos casos de la figura anterior, la
línea de puntos del caso derecho es paralela al eje del radio, lo que significa
que lo cortaría en el infinito, es decir, con un radio infinito de
superposición y una corriente de ondas infinitamente larga. Tal como se ha
justificado, las propiedades mecánicas de la materia son propiedades heredadas
de los campos estacionarios, por lo que una corriente de ondas infinitamente
larga que se desplaza con velocidad V hacia el centro de masa, tendrá una
cantidad de movimiento infinita.
Para acelerar una partícula hasta la velocidad de la luz
sería necesario invertir tanta energía como la que pueda contener esa corriente
infinitamente larga, hace falta una energía infinita para convertir a una
partícula en un rayo de luz infinitamente poderoso, porque toda la energía
aplicada no haría otra cosa que alargar la corriente de ondas del campo,
aumentando su masa indefinidamente, pero con una velocidad V que aumentará cada
vez más despacio hasta llegar a un límite insuperable. En ese límite, el campo
de la partícula queda desconectado del centro de masa y desaparece el arrastre
mutuo, dependiendo solamente de su propia inercia.
En cambio, un fotón ya nace como un campo “desconectado”,
puesto que será el resultado de una superposición de patrones de oscilación que
se descompone en dos, siendo el fotón como un residuo que se libera, llevándose
energía y quedando un campo resultante con menor energía, parcialmente
cancelado, menos reactivo y más estable en consecuencia. El fotón y el campo
resultante no serán compatibles porque su división conduce a un estado más
estable y eso justifica que el fotón ya nace “desconectado”. Todo lo que puede
hacer el fotón es expandirse hasta llegar a un radio de superposición con el
que encuentra un vínculo con otro campo, pero no se convierte en un rayo de luz
infinitamente poderoso porque solo puede llevarse la energía que se cancela en
el campo resultante. Al contrario, una partícula acelerada se lleva toda la
energía que se invierte en aumentar su velocidad.
Estrictamente, un fotón emitido debería expandirse sobre el
campo que lo soporta, con un desplazamiento que dependerá de la deformación de
dicho campo. Por otra parte, al haber justificado que los campos tienen
inercia, la emisión de fotones estará condicionada fundamentalmente por la
inercia, y mucho menos por la deformación del campo portador. Por ejemplo, al
encender una linterna, los fotones serán emitidos según la orientación de la
linterna, pero el campo estacionario de la Tierra, deformado por la presencia
del Sol, actuará como un atractor que curva la dirección de desplazamiento de
los fotones. Eso es equivalente a la curvatura del espacio-tiempo de la
relatividad general pero, fundamentalmente, es un medio de propagación de la
luz.
Según el párrafo anterior, la deformación del campo
resultante de un sistema de muchas partículas no marca un camino estricto sino
una tendencia. Si fuera un camino estricto y sabiendo que el campo terrestre
estará deformado hacia el Sol, tendríamos que mirar hacia el Sol para recibir
la luz de las estrellas que observamos por la noche, no veríamos ninguna
estrella en la oscuridad si la luz que emiten nos llegara por la otra cara de
la Tierra.
Hay que hacer una última consideración sobre el tiempo y el
espacio cuando la luz se propaga sobre un campo que está tensado por todo tipo
de interacciones. El recorrido de un fotón se reducirá en la dirección en la
que esté más tensado el campo que lo soporta, y será menor el tiempo que
necesita para propagarse en esa dirección. Esto se explica porque una tensión
mayor debe ser a costa de disminuir los radios de superposición, y es en esa
propagación radial donde realmente se movería un fotón. Es un radio de
superposición lo que debe alcanzar para llegar al final de su trayecto, y no
una posición localizada con distancia absoluta, pero como el radio de
superposición depende de la gravedad y otras interacciones, entonces el tiempo
y el espacio aparentes tienen que ser relativos.
Otra consideración muy importante está relacionada con la curvatura de la luz en presencia de gravedad. Según la relatividad general es justo el doble de lo que se curvaría la trayectoria de una partícula, y eso es precisamente lo que cabría esperar si los fotones no se proyectan localmente sobre posiciones intermedias de un recorrido, tal como sucedería con otras partículas. Si el campo de un fotón solo se expande hasta colapsar directamente sobre su destino final, entonces carece de realimentación desde posiciones locales, como una sola corriente que se expande sin la corriente opuesta que intenta mantener una posición. La resistencia que ofrecería un fotón a modificar su trayecto debería ser entonces la mitad.
Otra consideración muy importante está relacionada con la curvatura de la luz en presencia de gravedad. Según la relatividad general es justo el doble de lo que se curvaría la trayectoria de una partícula, y eso es precisamente lo que cabría esperar si los fotones no se proyectan localmente sobre posiciones intermedias de un recorrido, tal como sucedería con otras partículas. Si el campo de un fotón solo se expande hasta colapsar directamente sobre su destino final, entonces carece de realimentación desde posiciones locales, como una sola corriente que se expande sin la corriente opuesta que intenta mantener una posición. La resistencia que ofrecería un fotón a modificar su trayecto debería ser entonces la mitad.
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