Es significativo que la amistad entre dos gigantes de la
física como Einstein y Niels Bohr se convirtiera en acritud por culpa de
interpretaciones diferentes, una en defensa del realismo y localidad, y otra en
defensa de una función de onda que parecía negar la validez de la razón.
Pero Einstein no rechazó todas las interpretaciones,
reconociendo que no había conocido una interpretación tan clara de la mecánica
cuántica hasta leer el trabajo que le envió David Bhom, un físico teórico de la
universidad de Londres y más tarde de la universidad de Princeton, y autor de
libros de texto de física cuántica. Bohr también recibió una copia del trabajo
de David Bhom pero, al contrario que Einstein, su postura sobre la mecánica
cuántica ya estaba definida, dejando claro que las ideas de Bhom quedarían
relegadas a un segundo plano.
Como físico teórico, Bhom estaba acostumbrado a reconocer
que para estudiar un todo se necesita conocer las partes que lo forman, y que
si dichas partes se descomponen desaparece el todo. Para los físicos estrictos
no existe otra realidad que la que se puede demostrar, y todo lo demás resulta
indiferente o propio de lo que no es ciencia. Dicho de otra forma, en un
entorno dominado por las ideas de Bohr, un físico de reputación como David Bhom
no podía defender un “todo” por encima de las partes sin el riesgo de perder su
credibilidad como físico.
Al estudiar las propiedades del plasma, Bhom se dio cuenta
de algo muy extraño. La temperatura de un plasma es tan alta como la que pueda
encontrarse en la superficie del Sol, y en tal estado el hidrógeno es como una
sopa de protones y electrones descontrolados. Como era de suponer, el hidrógeno
perdería sus propiedades como consecuencia de la separación de sus partes, pero
la sorpresa fue que al añadir impurezas, los electrones las rodeaban como si
fueran los anticuerpos de un sistema inmunitario. Un orden más allá de las
partes de un todo se manifestaba, organizando a los electrones como si formaran
parte de un organismo vivo, cuando el calentamiento brutal debería conducir al
desorden, a un sistema de caos.
Según Bhom, existe un “orden implicado” en cualquier sistema
de partículas aparentemente caótico, y dicho orden implicado responde a
principios “no locales”, como las variables ocultas que deberían explicar el
entrelazamiento cuántico. Para explicar porqué dos partículas cambian su estado
a la vez con independencia de la distancia, utilizaba el ejemplo de un pez
grabado por una cámara frontal y otra lateral. Con las dos proyecciones
simultáneas parecerían dos peces diferentes, pero sería evidente una relación
incondicional entre sus movimientos y eso significaría que los dos peces eran
lo mismo.
Si la distancia fuera una ilusión generada por la forma en
que percibimos la realidad, dos partículas entrelazadas también podrían ser
como dos proyecciones de una sola cosa, a pesar de la distancia. Pero lo más
significativo que le llevó a convencerse de un orden implicado, que organiza
las partes de un todo, fueron los hologramas.
Un holograma es una placa o película fotográfica que se
graba con un rayo láser, dividiéndolo en dos haces. Uno de los rayos se apunta
hacia un objeto y su reflejo se dirige hacia la placa, mientras que el segundo
rayo se refleja con espejos y se dirige igualmente hacia la placa,
interfiriendo ambos rayos y grabándose un patrón de interferencias que parece
caótico, de aspecto similar a las ondas de agua en un estanque cuando se arroja
un puñado de piedras.
Sin embargo, el caótico patrón de interferencias contiene
realmente un orden implicado que resulta sorprendente. Cuando se hace pasar por
la placa otro rayo láser con la misma orientación con la que fue grabada, una
imagen tridimensional emerge y reproduce el objeto grabado, como un fantasma en
el aire. Pero lo más sorprendente es que la placa puede ser cortada en trozos y
cada uno vuelve a reproducir la imagen completa del objeto, aunque su nitidez
se reduce.
Si se encuentran ejemplos de orden implícito en lo que
parece un caos, y podemos dividirlo en partes que siguen guardando la
información del todo, Bhom se preguntaba si no podrían ser así los principios
de la materia, o incluso del Universo entero, ya que si la información completa
se recupera de cada fragmento, es equivalente a una información no localizada.
Por otra parte, si las partículas también son ondas, el verdadero aspecto de la
realidad física debería ser el de interferencias, como el aspecto de una placa
holográfica.
No es menos significativa la cantidad de información que
puede contener un holograma, ya que basta con cambiar su orientación para
grabar en la misma placa una nueva imagen tridimensional, y se recupera
colocando la placa en la misma orientación con la que fue grabada. Son tantas
las direcciones en las que se puede grabar una nueva imagen que una
enciclopedia entera quedaría registrada en una minúscula superficie.
Si la percepción es un proceso derivado, la realidad podría
ser como un holograma en el que cada parte contiene información del todo, pero
Bhom iba más lejos cuando reconocía que no somos observadores del holograma
sino que “somos el holograma”, haciendo indistinguible lo que está en la mente
y lo que está fuera, ya que sería parte de nosotros mismos. Según esta idea, la
consciencia debería ser inseparable del orden implicado que no se puede dividir
en partes.
La idea holográfica sigue teniendo simpatizantes y
detractores en el mundo de la física, pero no deja de ser una elegante
alternativa frente a otras interpretaciones de la física cuántica. Es
igualmente elegante en el ámbito de la psicología, psiquiatría o cualquier
disciplina que investigue los misterios del cerebro y de la mente, de lo que da
buena fe el neurofisiólogo Karl Pribram de la universidad de Stanford, quien
llegó a la conclusión de que nuestro cerebro funciona como un holograma a la
vez que Bhom razonaba lo mismo con la realidad física.
Un cerebro es tan semejante a un holograma que hasta se
podría cortar en pedazos y seguir conteniendo cada parte la estructura general
de un recuerdo. Así se ha demostrado con pacientes a los que han sido
extirpadas partes de su cerebro por razones médicas. Pero una demostración
impresionante es la que aportó el neurofisiólogo Karl Lashey, quien adiestraba
ratas para seguir un recorrido laberíntico y luego las extirpaba trozos de su
cerebro, esperando localizar en qué parte se almacenaba el recuerdo del
recorrido. Para su sorpresa, las ratas acertaban con el recorrido
independientemente del fragmento extirpado, aunque lo hicieran con severas
deficiencias en su capacidad motora.
No menos impresionante es el experimento del biólogo Paul
Pietsch, quien demostró que se podía extirpar el cerebro de una salamandra sin
matarla, cortarlo en rodajas y hasta picarlo, y cuando los restos del cerebro
se introducían de nuevo en su cavidad, el bicho recuperaba la capacidad para
alimentarse. Naturalmente, una tremenda duda salta a la vista, porque si los recuerdos
no se pueden triturar como el cerebro de una salamandra, si no son locales…
¿dónde y cómo se almacenan? Según Bhom, la actividad de la mente es parte del
mismo “orden implicado” que origina la realidad física, a la que solía definir
como “orden explicado”.
Otra línea de investigación es lo que se ha llamado el
principio holográfico, propuesto inicialmente por Gerard’t Hooft y desarrollado
posteriormente por Leonard Susskind. Este principio Interpreta que la
información contenida en un cierto volumen del espacio es equivalente a
información contenida en una superficie cerrada que abarca dicho volumen. El
principio holográfico puso fin a la paradoja de la información de Hawking,
según la cuál se pierde para siempre la información atrapada en un agujero negro.
La pérdida de información es tan contradictoria con los
principios más elementales de la física que el propio Hawking buscó mecanismos
capaces de contradecir a sus propias deducciones, pero lejos de encontrar
dichos mecanismos llegó a la conclusión de que los agujeros negros se
“evaporan” lentamente, anulando toda posibilidad de recuperar la información
atrapada. Hawking se basó en los pares partícula-antipartícula que aparecen y
se aniquilan continuamente en el aparente vacío cuántico. Según esta hipótesis,
una de las partículas del par puede ser atrapada por un agujero negro, mientras
que la otra puede escapar si se admite una cierta pérdida de energía del
agujero negro. Después de todo, la energía robada del vacío debe ser compensada
para que su energía neta siga siendo nula. Este mecanismo se conoce como
“radiación de Hawking” y parece conducir a la evaporación de los agujeros
negros que ya no pueden seguir atrapando materia y energía.
Los agujeros negros ya no parecen tan “negros” si emiten
algún tipo de radiación, pero la radiación de Hawking no basta para justificar
que la información se conserva, ya que las partículas emitidas no contienen
información sobre el interior del agujero negro. Según Susskind, la teoría de
cuerdas justifica que la información contenida en una porción del espacio puede
ser codificada en una región de dimensión inferior. En el caso de un agujero
negro, la información atrapada en su interior estaría codificada en su
horizonte de sucesos, que es una superficie esférica y no un volumen.
Teóricamente, un agujero negro es la mejor forma de
conseguir el máximo desorden (entropía) en la información encerrada en una
región del espacio y, puesto que la entropía es información, la única forma de
incrementar la masa y energía sin llegar al colapso en forma de agujero negro
es disminuyendo el volumen de cada unidad de información, más unidades de
información de menor volumen pero mayor superficie total, como si fuera en una
superficie (y no en un volumen) donde se puede almacenar más cantidad de
información.
Poco intuitivo, pero en esa línea funciona el principio
holográfico: La entropía y la cantidad de información dependen de una
superficie y no de un volumen. En cierto modo, el Universo podría estar escrito
sobre una inmensa superficie esférica, semejante al horizonte de sucesos de un
agujero negro, semejante a una placa holográfica que representa en tres
dimensiones lo que realmente se encuentra codificado en dos.
Así es más o menos lo que se han encontrado los físicos de
la teoría de cuerdas, con modelo matemático que explica cómo es posible
codificar información en un espacio con una dimensión inferior, pero resulta
paradójico que una teoría basada en un número indefinido de dimensiones
demuestre ahora que solo se necesitan dos. La gravedad cuántica y el principio
holográfico son actualmente la base teórica más reconocida para reconciliar a
la gravedad con el resto de interacciones.
David Bhom se limitó a plantear la semejanza entre la
realidad física y las propiedades de un holograma, sin llegar a postular que la
supuesta placa holográfica tuviera un significado tan específico como el
horizonte de sucesos de un agujero negro o los propios límites del Universo.
Las propiedades de un holograma justifican por una parte que existe un todo por
encima de las partes en que se divide, como las partículas entrelazadas que no
se pueden tratar como cosas independientes. Por otra parte, justifican que la
información se conserva en un horizonte superficial, que aumenta de tamaño
cuanto mayor sea la cantidad de materia y energía concentradas en el volumen
encerrado. Efectivamente, si la fusión de dos agujeros negros se traduce en uno
mayor, debe de ser porque algo se conserva.
Interesante lo de Bhom, de hecho, de sus experiencias y conceptos algunos explican los fenómenos paranormales. La radiestesia, por ejemplo, te permite conocer sobre cosas que no conoces, aplicando el concepto expresado "siendo nuestra mente una parte del todo, la información que está en el todo también podemos conocerla", si aprendemos, por supuesto, a"sintonizar" correctamente el canal.
ResponderEliminarTal parece que la voluntad es primordial para este tipo de canalizaciones.
En áreas religiosas, se han investigado muchos supuestos "milagros", sobre los cuales ocurren fenómenos inexplicables para la ciencia, fenómenos íntimamente entrelazados con las creencias de los participiantes.
Sobre ese tema leí un libro muy interesante y documentado con muchas referencias, titulado "El Universo holográfico", de Michael Talbot. Si no lo has leído y te interesa lo puedes encontrar gratuitamente en la siguiente dirección:
ResponderEliminarhttp://www.bibliotecapleyades.net/ciencia/holographicuniverse/universoholografico.htm#ÍNDICE
Hace tiempo, cuando alguien me preguntaba si creía en ciertas cosas un tanto metafísicas, respondía rotundamente que no. Ahora ni yo mismo me reconozco, y no porque me olvide de la razón científica, es que el pensamiento científico todavía rechaza sin miramientos lo que no encaja en sus postulados. Pienso que no se trata de nada sobrenatural sino de algo implícito en la evolución, y será completamente científico cuando se comprenda, pero la ciencia llegará tarde, como no puede ser de otra forma. No estaba cuando nos hicimos conscientes de nosotros mismos, y tampoco estará cuando alguien descubra por primera vez lo que de verdad somos.
Como curiosidad sobre "milagros", Michael Talbot hablaba de algo que no recuerdo muy bien... Pero trataba de extraños milagros que se repitieron hace siglos en Francia, muchas personas visitaban la tumba de alguien que había sido una referencia para ellos, y experimentaban convulsiones, pedían que les golpearan fuertemente y no les quedaba ninguna marca, levitaban, y otras cosas incomprensibles... Según el autor, se repitió durante tanto tiempo que cualquiera podía verlo con sus propios ojos, y menciona un documento que alguien escribió contándolo todo, casi tan voluminoso como una enciclopedia y titulado "La verité des Miracles", cuyo autor no recuerdo. Es evidente que en los tiempos que corren no suceden ese tipo de cosas y estamos acostumbrados a pensar que son mentiras. Como te decía, yo he dejado de juzgar lo que es verdad o mentira y procuro tratarlo a todo con la misma razón. Si fuera cierto que aquellos milagros podían ser vistos por cualquiera tendría que haber dejado alguna huella histórica, así que busqué en internet "La verité des Miracles", y para mi sorpresa aparecieron en torno a 6 millones de referencias. En fin, es posible que tengamos lo que tenemos y seamos lo que somos, no porque no haya otra cosa que buscar o en la que creer, sino porque nos encerramos en nuestras convicciones y dejamos de buscar.