Esta vez, el asunto se centra en un nuevo estado de la
materia que no es líquido, ni sólido, ni gaseoso, tan sorprendente como ondas
macroscópicas que causan interferencias visibles de forma directa, como
fantasmas procedentes de un mundo de fantasía que se han infiltrado en nuestra
realidad física. El hindú Satyendra Nath Bose había investigado la mecánica
estadística en un gas ideal, formado por partículas bosónicas de interacción
muy débil, y en 1924 Einstein predijo el condensado basándose en el trabajo de
Bose.
La primera confirmación experimental data del año 1995,
cuando varios físicos de la universidad de Colorado consiguieron crear un condensado
formado por 2000 átomos de rubidio-87. Este sorprendente resultado confirmó que
las partículas pueden encontrarse realmente en un estado ondulatorio
como lo describe la mecánica cuántica, y si añadimos que otras veces se ajustan
a la mecánica clásica como las bolas de billar, entonces la realidad es lo
bastante extraña como para unir en una sola partícula dos estados que parecen
imposibles. Con razón afirman algunos teóricos que si creemos entender la
mecánica cuántica es que no hemos entendido nada.
Las partículas bosónicas son aquellas que pueden tener
iguales todos los números cuánticos, es decir, todos los estados descritos por
la mecánica cuántica. Están relacionadas con las fuerzas que tienen lugar en
las interacciones y por eso desempeñan la función de partículas portadoras. Por
ejemplo, los fotones son portadores de todas las interacciones
electromagnéticas, los gluones son los responsables de la fuerza nuclear fuerte
que mantiene ligados a los quarks de protones y neutrones, y los bosones W y Z
son los responsables de la fuerza nuclear débil.
La condición de poder tener iguales todos los números
cuánticos hace que los bosones puedan ocupar la misma posición en el espacio,
aunque tal posición se entiende como la zona de mayor probabilidad de encontrar
a las partículas, pues ya sabemos que las ondas cuánticas son de probabilidad.
Los protones y neutrones no son bosones, pero algunos átomos como el rubidio se
comportan de esa forma y en estado ondulatorio es predecible que se
superpongan.
Al contrario que los bosones, los fermiones son las
partículas que cumplen el principio de exclusión de Pauli, como los electrones
que solo pueden ocupar el mismo orbital si se distinguen por el número de spin,
siempre fraccionario en los fermiones y entero en los bosones. Para que dos
electrones puedan ocupar el mismo orbital, uno tendrá spin 1/2 y el otro -1/2,
pero ya no habrá más electrones que puedan ocuparlo. Sin embargo, es posible
que agrupaciones de fermiones compensen el spin y tiendan a comportarse como
bosones, razón por la que protones y neutrones no pueden pero algunos átomos
si.
Como no se podía conocer el estado microscópico de un
sistema de partículas, Bose invirtió su tiempo en predecir estadísticamente
cuántas partículas podrían existir en el sistema con una característica
determinada, con especial interés en aquellas que podían mostrar un estado
ondulatorio como el predicho por Louis de Broglie. Con altas temperaturas, las
partículas de un gas se comportan como bolas de billar, a menores temperaturas
comienzan a mostrar propiedades de una onda que se superpone con las demás,
formando un condensado. Por último, parecía predecible que en el cero absoluto
la materia se comportaría como una sola onda gigante.
Según las conclusiones de Bose y Einstein, por debajo de una
cierta temperatura crítica muy cercana al cero absoluto, habría muchas
partículas que ocuparían repentinamente el nivel más bajo de energía, dando
lugar a un nuevo estado de la materia sin individualidad de partículas, como un
solo átomo gigante que sería descrito por una sola función de onda.
El problema es que tal estado no se consigue con el simple
proceso de enfriar el gas, puesto que su tendencia natural será el paso a un
estado líquido y sólido. Para obtener el condensado se necesita hacer trampas a
la naturaleza, impidiendo que los átomos del gas se agrupen a medida que se
enfrían. Por esa razón, los átomos deben ser de interacción muy débil, el gas
de muestra tiene que estar extraordinariamente enrarecido, y sus átomos
confinados en una trampa óptica y magnética que los impida chocar entre sí o
con las paredes del recipiente.
Con una densidad tan baja, la temperatura crítica es del
orden del nanoKelvin como se muestra en la figura inicial de este apartado,
representando los porcentajes de átomos que alcanzan el estado de condensado
para tres temperaturas.
El proceso de enfriamiento tan cercano al cero absoluto
requiere un enfriamiento inicial con láser y otro posterior por evaporación que
consigue reducir aún más la temperatura alcanzada con el láser. Para conseguir
el enfriamiento con láser se debe ajustar su frecuencia de forma que los átomos
más rápidos queden excitados y no puedan absorber más fotones, que los
calentarían. Así, los fotones rebotan en los átomos ya excitados y éstos son
frenados, lo que es equivalente a reducir su temperatura. Todos los átomos
reciben la luz con una frecuencia que depende de sus velocidades respecto del
láser, debido al efecto Doppler, de forma que habrá una frecuencia óptima del
láser que facilita el frenado de los que se acercan más rápido pero afecta en
menor grado a los demás. A medida que avanza el enfriamiento, la frecuencia del
láser se reajusta a las nuevas condiciones.
El proceso de evaporación consiste en reducir el
confinamiento magnético, facilitando que los átomos más rápidos puedan escapar
de la trampa y se queden los que han llegado al mayor grado de reposo, que
serán los más fríos.
En los primeros experimentos, los átomos escapaban con
facilidad de la trampa de confinamiento porque no había campo magnético en el
centro, pero la rotación de los campos magnéticos resolvió el problema. Sin
embargo, por encima de una cierta velocidad crítica de rotación, se producen
vórtices que tienden a quedar alineados en filas, formando una red triangular
con el aspecto que puede verse en la figura para 4 velocidades de rotación.
Al acercar entre sí dos condensados no rebotan como los
sólidos ni se mezclan como los líquidos o gases. En lugar de eso producen un
patrón de interferencias, como se verá en la siguiente figura, que pone de
manifiesto su naturaleza ondulatoria y que no tendría lugar si tales ondas de
materia no fueran coherentes, es decir, superpuestas de forma que se sumen sus
amplitudes, con la misma frecuencia y la misma longitud de onda, con el mismo
estado cuántico en definitiva. Cuando se liberan partes de un condensado se
pueden ver pulsos de materia coherente, un concepto equivalente a un láser
atómico en lugar de un láser fotónico o de luz.
Se pueden citar otros efectos relacionados con los
condensados como la superfluidez del helio-4 en estado líquido, que es debida a
que una décima parte de sus átomos se agrupan en un condensado. Otro ejemplo es
la superconductividad de los metales a pesar de que los electrones son
fermiones, agrupándose en parejas que compensan su spin y adquieren carácter
bosónico. Estos sistemas se distancian mucho de las condiciones marcadas por
Bose y Einstein para llegar a un condensado, pues no son gases de partículas
con densidad extremadamente baja. La observación de las propiedades de un
condensado se perjudica mucho por las intensas interacciones entre los átomos
de un sistema muy denso.
Entre las aplicaciones que se consideran posibles están los
interferómetros atómicos de gran precisión, relojes atómicos mucho más
estables, diseño de estructuras nanométricas con láseres atómicos, generar
fuerzas atractivas y repulsivas sobre átomos individuales, etc. Las
aplicaciones son muchas, pero lo más importante es que permiten la observación
directa de lo que es imposible observar a nivel microscópico, una verdadera
puerta para comprender mejor las extrañas leyes de la mecánica cuántica.
Nadie entiende ni puede explicar la superconductividad, y de cómo ciertos materiales a bajas temperaturas generan campos magnéticos tan fuertes que permiten la levitación. Hace poco, lo único que descubrieron un grupo de científicos, es que el vino tinto le "cae bien"...
ResponderEliminarA mí también me cae bien de vez en cuando... Bueno, lo de la superconductividad es intrigante, como si fuera algo esperando a que despertemos de un sueño para cambiar completamente nuestro conocimiento. Es curioso que al menos esté directamente relacionado con los condensados de Bose-Einstein. Es curioso que todo lo que se va dejando al margen porque no se entiende parezca tener algún tipo de conexión, y cuando esa conexión se descubre nace una nueva física radicalmente diferente. Por ejemplo solemos pensar que Einstein fue un genio, pero nos olvidamos del esfuerzo de cientos de personas que pusieron sobre la mesa las mismas piezas que Einstein conectó.
EliminarImagino que sería muy aburrido el día que lo descubramos todo, lo apasionante es descubrir cosas nuevas. Cuando dices "algún tipo de conexión" pienso en la profundidad de esas palabras, el hombre que es investigador, que posee esa llama inquieta en su ser, busca algo que va más allá de un beneficio económico, práctico, honra o fama. Y en nuestra aventura del pensamiento, nos servimos del trabajo de muchos de esos grandes investigadores.
ResponderEliminar¿Puedo usar las imagenes para el concurso Ciencia Clip? . Por favor.
ResponderEliminarSi te refieres a las de este apartado no son mías. Yo las he cogido sin preocuparme mucho por posibles derechos de autor.
EliminarNo encuentro lo que necesito
ResponderEliminarEso no ayuda mucho. Si al menos dijeras algo sobre lo que necesitas a lo mejor daba la casualidad de que yo supiera cómo buscarlo. ¡Ánimo!
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