Pocos experimentos se resisten tanto a quedar en el olvido
como el de Michelson-Morley. Por el desconocimiento de la época sobre la
relatividad sirvió para demostrar que la materia arrastra al medio de
propagación de la luz. Al reconocer la relatividad de Lorentz sirvió para
demostrar que el medio era estático. Por último, cuando se reconoció la
constancia de la velocidad de la luz, fue tomado como prueba de que el medio no
se necesita para explicar su propagación. ¿Cómo es posible que el mismo
experimento demuestre cosas tan contradictorias?
Por supuesto, es posible porque los experimentos solo
demuestran o niegan aquello que interpretamos y, cuando la interpretación
cambia, también cambia lo que demuestran. Al principio nadie dudaba que
existiera un medio de propagación de la luz, al que por entonces se denominaba
éter luminífero. Cuando Maxwell determinó la velocidad de las ondas
electromagnéticas en el vacío se dio cuenta de su coincidencia con la velocidad
de la luz y experimentos con ondas de radio verificaron su reflexión,
refracción, interferencia y polarización. Así quedó claro que la luz es un caso
particular de ondas electromagnéticas y su medio de propagación tenía que ser
el mismo.
Puesto que la velocidad de la luz depende del medio
significa que interacciona con la materia, lo que se refleja en las ecuaciones
de Maxwell con parámetros como el índice de refracción, permitividad o
permeabilidad magnética. Concretamente, los valores de los dos últimos en el
vacío son los que coinciden con la velocidad constante de la luz como se
indica:
Sabemos que la luz se polariza mediante lentes que solo
facilitan la oscilación de sus moléculas en una dirección perpendicular a la
luz incidente. Cuando se aplica un haz de luz sobre dos lentes alineadas pero
polarizadas en diferentes direcciones, por la primera solo pasa la luz que se
propaga oscilando en la dirección de polarización y no puede atravesar la
segunda. Girando la segunda lente hasta que coincidan las dos direcciones,
entonces la luz atraviesa las dos. Esto demuestra que la luz se propaga
oscilando perpendicularmente a la dirección de propagación, y por eso decimos
que las ondas de la luz son transversales.
El supuesto éter debería tener propiedades muy extrañas para
permitir la propagación de ondas transversales, algo que solo es conocido en
medios materiales sólidos y elásticos que pueden oscilar en dirección
perpendicular a la propagación de las ondas mecánicas. Como no se ha comprobado
que exista disipación de la luz pero sí se disipan las ondas mecánicas, solo se
entendería si el éter que llenara el vacío fuera como un sólido perfectamente
elástico para explicar una velocidad de propagación tan grande y sin
disipación. Esta propiedad sería incompatible con una densidad nula o casi nula
si se quiere explicar la ausencia de fricción entre el éter y la materia.
A pesar de las dificultades para modelar tan extraña
“sustancia”, Maxwell sostenía que sería posible diseñar un experimento para
medir la velocidad absoluta de los cuerpos, ya que las ondas se propagan en el
medio con velocidad constante sin que importe el movimiento de la fuente de
ondas. Siendo V la velocidad de la Tierra, la velocidad de la luz debería ser
c+V si la Tierra se mueve en igual dirección y sentido contrario que la luz, o
bien c-V si se mueve en el mismo sentido.
Pero los problemas se acentuaron con el descubrimiento de la
aberración de la luz, un efecto inesperado por el que la luz de las estrellas
nos llega con una ligera inclinación en el sentido de avance de la Tierra en su
traslación alrededor del Sol. Dicha inclinación coincide con la composición de
la velocidad de la luz y la velocidad de la Tierra, de forma similar a la
velocidad de caída de la lluvia y la velocidad de un infeliz que busca refugio.
Como sucede con las gotas de agua, la aberración de la luz
parece apoyar una teoría corpuscular que no necesita medio de propagación, pero
el éter que defendía la teoría ondulatoria puso a ésta en serias dificultades,
ya que tendría que explicar el ángulo de aberración considerando la velocidad
del telescopio respecto del éter y no respecto de la estrella. Por ese motivo
era importante discriminar si el éter era estático o si la materia lo
arrastraba en su movimiento.
Con un éter estático se hubiera justificado la aberración de
la luz, pero pronto se desestimó la idea porque su ángulo de aberración al
refractarse en un prisma era el mismo en los dos sentidos del movimiento de la
Tierra, distanciados por un período de 6 meses. Por ser constante la velocidad
de propagación de una onda respecto del medio, si el éter fuera estático tendría
que haber cambiado la velocidad de la luz respecto de la Tierra, habría
cambiado la velocidad a través del prisma y habría cambiado el ángulo de
refracción y el de aberración de la luz, lo cuál no fue observado.
Adicionalmente, la teoría electromagnética de Maxwell necesitaba un éter en
reposo respecto de la fuente de radiación, es decir que la Tierra debería
arrastrar al éter de igual forma que a la fuente de radiación.
Justificar la aberración con un éter arrastrado solo era
posible con un arrastre parcial en correspondencia con el ángulo de aberración,
de modo que Michelson ideó el famoso experimento que pondría fin a la duda
sobre un éter estático o arrastrado por la materia.
Un rayo de luz incide sobre un espejo inclinado y
semiplateado que lo refleja según el recorrido 1 y se refleja de nuevo hasta un
interferómetro. Una parte de la luz atraviesa el espejo inclinado según el
recorrido 2 y se refleja igualmente hacia el interferómetro. Se entiende que
los dos recorridos son iguales y de longitud 2L, no detectándose interferencias
en caso de reposo.
En el lado derecho se han representado los recorridos de la
luz si el interferómetro se moviera con la Tierra a velocidad “v”, suponiendo
un éter estático o no arrastrado. Como el recorrido 1 es perpendicular al
movimiento de la Tierra, la distancia que recorre la luz a través del supuesto
éter será dos veces “a” en lugar de 2L y el rayo 1 debería desfasar respecto
del rayo 2, registrándose interferencias. Al contrario, si el éter fuera
arrastrado no habría interferencias porque los recorridos seguirían siendo
idénticos.
Siendo “t” el tiempo que la luz tardaría en el recorrido 1
(dos veces “a”), la distancia (d1) se obtiene como se indica a continuación.
Para la otra distancia (d2) resulta que, en el tiempo t1, la Tierra se movería
en el mismo sentido que la luz, luego la velocidad de la luz sería c – v,
mientras que en el tiempo t2 se movería en sentido contrario y la velocidad
sería c+v.
Es claro que d1 y d2 no son iguales, de modo que si el éter
fuera estático cabría esperar interferencias pero éstas no aparecieron en el
experimento. Según la razón de la época, el éter tenía que ser
necesariamente arrastrado por la materia. No obstante, Lorentz y FitGerald
eran defensores de un éter estático y pensaron en la posibilidad de una
contracción de las distancias en la dirección del movimiento. De esta forma la
distancia d2, contraída según el factor que aparece en la última igualdad
anterior, resultaría idéntica a la distancia d1, justificando la ausencia de
interferencias.
Es imposible medir la contracción de las distancias, pero
Lorentz se basó en ello para deducir que la masa de los electrones se debería
incrementar con su velocidad según el inverso del factor de contracción de las
distancias y, por absurdo que pareciera en su época, resultó ser cierto cuando
fue posible experimentar con tubos de rayos catódicos y aceleradores de
partículas.
Por entonces las ecuaciones de Maxwell estaban basadas en un
éter arrastrado, es decir, en reposo relativo respecto de una fuente de emisión
electromagnética, por lo que Lorentz parecía demostrar una inconsistencia del
electromagnetismo. Sin embargo, su transformación de coordenadas entre un
sistema en movimiento rectilíneo uniforme y otro en reposo devolvía la
coherencia a las ecuaciones de Maxwell.
Según las razones de Lorentz y la verificación del aumento
de masa de los electrones, era perfectamente posible un éter estático, sin contradecir a las ecuaciones
de Maxwell. Sin embargo, la simple condición de considerar constante la
velocidad de la luz para todos los observadores, le sirvió a Einstein para
justificar el experimento de Michelson-Morley y para deducir las mismas
transformaciones de Lorentz, pero la novedad estaba en que no era necesario
postular la existencia de ningún medio de propagación.
En concordancia con las deducciones
de Einstein, el electromagnetismo de Maxwell también podía explicar la
propagación de la luz sin medio físico, basándose en la interacción entre un
campo eléctrico y otro magnético. La variación de un campo eléctrico produce un
campo magnético que también es variable (y a la inversa), dando lugar a una
onda electromagnética que se propaga en el vacío si los dos campos son
perpendiculares como indica la siguiente animación:
Lo que no entiendo porque utilizan c como la velocidad transversal , si para ese momento no se sabia q era una constante sin importar la referencia
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