El puente de Tacoma Narrows que vemos en la fotografía tenía
resistencia suficiente para soportar fuertes vientos, pero al poco tiempo de su
construcción se puso a oscilar hasta su destrucción por un viento moderado.
Hacer que un puente se mantenga estable frente al viento es trabajo de
ingenieros, pero el principio que nos permite comprender por qué oscila es tan
simple como dar pequeños impulsos a un péndulo con la frecuencia justa. Si el
péndulo disipa menos energía de la que almacena, oscilará pronto con amplitud apreciable
aunque sea un objeto muy pesado y resistente.
La oscilación de los sistemas físicos es más bien la norma y
no la excepción, y su respuesta puede ser tan errática como la mano de un
enfermo de parkinson si no se domina su comportamiento oscilatorio. La
estabilidad en un sistema regulado se puede estudiar en función de sus
variables reales pero suele ser muy complejo, siendo mucho mejor descomponer el
sistema en sus patrones de comportamiento naturales, algo así como una huella
dactilar que identifica su respuesta sin que importe la naturaleza del sistema,
ya sea mecánico, eléctrico, de fluidos o de cualquier otra índole.
La regulación de procesos no es materia de los físicos de
partículas, pero es evidente que sus funciones de onda describen oscilaciones
de algo. En este apartado se intentará demostrar que existen similitudes muy
significativas entre partículas y la teoría de regulación, tanto que vale la
pena observar a las partículas con el enfoque de una teoría tan extraordinaria
en el estudio de la estabilidad. Veremos que se pueden aventurar algunas
respuestas a preguntas que todavía no se sabe responder, respuestas que no
serán seguras pero sí posibles pistas para intentar acercarnos a la escurridiza
naturaleza de la materia.
En lugar de resolver las complicadas ecuaciones
diferenciales que describen un sistema, se comienza transformando dichas
ecuaciones en otra ecuación de variable compleja conocida como “función de
transferencia”. La transformación se conoce como “transformada de Laplace” y
convierte integrales y derivadas en sencillos polinomios. La función de
transferencia es un cociente de polinomios cuyas soluciones o raíces tienen
representación gráfica en el plano complejo, con un eje real y otro imaginario.
A las raíces del numerador las llamamos “ceros” y a las raíces del denominador
las llamamos “polos”. Ese conjunto de polos y ceros, que solo son puntos en el
plano complejo, aportan toda la información necesaria sobre cómo se comportará
el sistema y sobre la forma de regularlo, son como la huella dactilar de su
estabilidad.
Aunque no se necesita resolver las ecuaciones diferenciales del
sistema, solo su planteamiento ya suele ser un reto en muchos sistemas reales,
pero afortunadamente existe un método experimental que permite obtener la
función de transferencia, básicamente midiendo amplitudes de oscilación para
muchas frecuencias con las que se hace oscilar al sistema. La relación entre
las amplitudes de oscilación que medimos y que aplicamos se conoce como
“ganancia” (su logaritmo multiplicado por 20 es el módulo MdB en la figura), y
su representación para muchas frecuencias permite distinguir a qué frecuencias (como
ωn) aparecen cambios importantes en la ganancia, es
decir, de qué forma afecta la frecuencia en la capacidad de respuesta del
sistema. Las frecuencias en las que se observan cambios importantes en la
pendiente de la ganancia (como ωn) permiten determinar los polos y
ceros de la función de transferencia.
Como se ha visto en la figura, un componente o sistema suele
perder ganancia (o módulo MdB) a medida que aumenta la frecuencia con la que es
obligado a oscilar, es decir, pierde capacidad de respuesta cuanto mayor sea la
frecuencia. Esa es la razón por la que una emisión de radio de alta frecuencia
es de menor alcance que otra de baja frecuencia, ya que es absorbida fácilmente
por cualquier cosa material que, no siendo capaz de vibrar en sintonía, disipa energía
como un péndulo al que se aplican empujoncitos con una frecuencia inadecuada, muchos
de los empujoncitos frenan al péndulo en lugar de aportarle mayor energía o, a
la inversa, el péndulo consume la energía de los empujoncitos que llegan a
destiempo, lo mismo que hacen los objetos con una señal de frecuencia muy alta.
Las caídas bruscas en la pendiente del módulo o amplitud se
corresponden con polos de la función de transferencia, mientras que los ceros
se corresponden con aumentos bruscos de la pendiente. Por lo tanto, los polos
identifican comportamientos lentos, retrasos y pérdidas en la capacidad de
respuesta, y los ceros todo lo contrario.
En los polos y ceros está la clave para comprender la
estabilidad de un sistema porque dependen de sus frecuencias naturales. Su
obtención experimental no es tan simple como se ha descrito porque los cambios
no se detectan con facilidad, pero al representar las frecuencias y las
ganancias de amplitud en escala logarítmica se observa que las representaciones
tienden a ser líneas rectas, y allí donde presentan un cambio de inclinación
estará una de las frecuencias buscadas.
Como se ha dicho, los ceros y polos son las soluciones o
raíces de los polinomios del numerador y denominador de la función de
transferencia, es decir, los valores de la variable que hacen alguno de los
polinomios igual a cero. Si una raíz es real estará representada en el eje
real, y si es compleja tendrá una parte real y otra imaginaria, siendo sus
valores las coordenadas que lo posicionan en el plano complejo. Además, las
raíces complejas aparecen siempre por parejas conjugadas, simétricas respecto
del eje real.
La primera similitud entre partículas y la teoría de
regulación salta a la vista, tanto una función de onda como una función de
transferencia son de variable compleja, y en los dos casos parece imposible
comprender lo que significa y por qué funcionan tan bien. El significado
original de las funciones de onda fue trastocado a favor de probabilidades, con
ello se intentó aparcar para siempre la relación entre partículas y lo
imaginario. Una función de transferencia no es equivalente a una función de
onda, pero si las partículas oscilan debería existir una función de
transferencia que describa su estabilidad, lo mismo que una función de onda describe
las características que diferencian a unas de otras.
¿Qué significa que la estabilidad sea de variable compleja?
En principio, ya sabemos que la transformada de Laplace convierte ecuaciones
diferenciales en una función de transferencia, pero las ecuaciones
diferenciales responden a la mecánica clásica, con masas, velocidades y
aceleraciones, fuerzas, momentos, caudales, posiciones o cualquier otro tipo de
variables físicas. La función de transferencia que resulta de la transformación
de Laplace es como una síntesis que prescinde de información irrelevante, quedando
solo raíces en un dominio de frecuencias que también es propio de las ondas.
Tal vez, la función de transferencia es como una descripción
de la naturaleza más primitiva de la materia, tal vez los sistemas físicos
oscilan porque su verdadera naturaleza es ondulatoria, y la función de
transferencia los describe en ese contexto deslocalizado, donde no existen
distancias, donde solo hay patrones de oscilación y resonancias, patrones similares,
opuestos, complementarios…, pero siempre superpuestos en una realidad sin
dimensiones y en la que todo es simultáneo, deslocalizado en el espacio y en el
tiempo.
Lo mismo que una función de onda se puede alterar para
obtener información sobre una propiedad concreta, como por ejemplo la posición,
una función de transferencia también puede devolver la información original
aplicando la transformada inversa de Laplace. Por ejemplo, si la variable
regulada es una posición, la transformada inversa devuelve al sistema a su
contexto inicial, devuelve la posición en el dominio del tiempo.
Veamos
el significado de las raíces (polos y ceros) de una función de transferencia
con el siguiente ejemplo, donde los puntos 1 y 2 son polos y el punto 3 es un
cero, los tres reales (sin parte imaginaria). Al contrario, la pareja de polos
(4) y la de ceros (5) tienen parte real y parte imaginaria, es decir, tienen
proyección en el eje real sigma y proyección en el eje imaginario omega. El
módulo de una raíz conjugada como el punto (4) se corresponde con una
frecuencia natural de oscilación del sistema, indicada como ωn en la figura.
La
frecuencia natural es casi lo mismo que una frecuencia de resonancia, a la cuál
experimenta un aumento en la amplitud de oscilación, lo mismo que un péndulo
cuando le damos pequeños empujoncitos con una frecuencia muy concreta. Si la frecuencia
es diferente, parte de la energía se invierte en frenarlo porque muchos de los
empujoncitos llegarán en un momento inoportuno, desfasados.
Cuando
un sistema disipa muy poca energía, al someterlo a una de sus frecuencias de
resonancia se produce un aumento muy grande en la amplitud de oscilación (un
pico de resonancia), y puede llegar a destruirse porque acumula más energía de
la que pierde, lo mismo que sucedió con el puente de Tacoma Narrows. Para
frecuencias mayores que la de oscilación natural, ya sabemos que la ganancia
del sistema incrementa su caída, perdiendo capacidad de respuesta de forma más
acusada.
La
frecuencia natural ωn, que es el módulo del polo
complejo, tiene una proyección real como ω4 que se conoce como frecuencia natural amortiguada, mientras que ωn es la frecuencia natural no amortiguada. El coseno
del ángulo beta es la relación de amortiguamiento, y puede variar entre 1 y 0.
Si vale 1 entonces solo hay parte real y los dos polos son una raíz doble pero
real. A medida que se acerca a 0,
a la vez que beta se acerca a 90º, el amortiguamiento
disminuye porque disipa menos energía y aumentará el pico de resonancia. Si
alcanza el valor 0 estará en el eje imaginario y será capaz de mantener la
oscilación aunque no se aporte energía al sistema. Por lo tanto, cuanto más
cerca se encuentre una raíz del eje imaginario, más cerca estará de ser
inestable porque tendrá menos capacidad para reducir las oscilaciones. Las
raíces que estén en el eje imaginario o a su derecha serán propias de comportamientos
inestables. Acercarse al eje imaginario es ganar capacidad para absorber
energía y, por lo tanto, perder estabilidad.
Cuando se trata de una pareja de ceros conjugados, la
frecuencia natural correspondiente no amplifica oscilaciones sino que las
reduce, es un comportamiento inverso al de polos conjugados. Igualmente, para
frecuencias mayores la ganancia reducirá su caída o puede que incluso llegue a
tener pendiente positiva. Un sistema en el que la ganancia sea creciente con el
aumento de frecuencia, sin otras frecuencias naturales que vuelvan a reducir la
ganancia, será un sistema inestable, porque siempre habrá perturbaciones de
alta frecuencia que serán amplificadas por el sistema, hasta su destrucción.
Por ejemplo, toda señal de radio tendrá lo que llamamos “ruido”, interferencias
de alta frecuencia que distorsionan la señal como pequeños dientes de sierra.
Si el aparato receptor tiene demasiados ceros, tendrá demasiada ganancia para
frecuencias altas y amplificará el ruido. Al contrario, si la ganancia del
receptor solo es alta para las frecuencias de las emisoras pero muy baja con
altas frecuencias, entonces el ruido será disipado porque solo responde a
frecuencias bajas, con las que sintoniza por el efecto de resonancia.
Por último, los polos y ceros reales como los puntos 1, 2 y
3 de la figura anterior, corresponden a los mismos comportamientos que si
fueran raíces conjugadas pero con cambios menores en la pendiente de la
ganancia, además de que no presentan efecto de resonancia, es decir, no hay
pico de amplificación de ganancia a la frecuencia en la que cambia su
pendiente. Otra diferencia muy importante es que las raíces reales son
comportamientos que no presentan tendencia a oscilar, al contrario de lo que
sucede con raíces complejas y conjugadas.
Solo se han descrito los comportamientos básicos que
describen a un sistema, pero el resultado de todos ellos no es una suma, como
podría suponerse. De los 5 comportamientos del ejemplo anterior, los polos de
marca (4) definen el que mayor energía puede aportar al sistema porque están
más cerca del eje imaginario, llegando a dominar la respuesta y enmascarando a
los demás, como si no existieran.
Como se ha indicado en la figura anterior, una consigna (U)
establece el valor al que debe llegar la variable regulada (Y), cuya medida se
realimenta para restarse a la consigna. La diferencia es equivalente al error
de regulación, que será lo que falta o lo que sobra para que la variable
regulada alcance el valor esperado que marca la consigna. El sistema y el
factor de ganancia (G) se encargan entonces de procesar el error de regulación,
de forma que cuanto mayor sea el error también será mayor la reacción y más
rápido se acercará al valor de consigna, hasta que el error se anule.
Pero el resultado de cerrar el lazo de control podría ser de
inestabilidad, en cuyo caso no bastaría con una ganancia regulable sino que
debería añadirse un regulador más complejo. En términos de polos y ceros, un
regulador no es más que una ampliación del propio sistema a regular, nuevos
polos y ceros que se mezclan con los polos y ceros del sistema, haciendo que
sistema y regulador se comporten como un solo sistema, un poco más complejo
pero indivisible, ya que las trayectorias como las dibujadas en la figura
anterior enlazarán raíces del sistema con raíces del regulador.
En el contexto de la estabilidad, un sistema y su regulador
no pueden estudiarse por separado, lo que significa que un buen regulador para un sistema
concreto puede ser muy malo en otro, aunque las diferencias puedan ser muy
pequeñas entre los dos sistemas. Adicionalmente, el mismo dispositivo de
medida también tiene su propio comportamiento por separado, pero tampoco se
puede aislar del conjunto porque forma parte del mismo lazo. ¿No recuerda
esto el entrelazamiento y la falta de localidad en mecánica cuántica? ¿No
recuerda un todo que no se puede entender como la suma de sus partes?
Cuando se cierra el lazo de regulación, los polos de la
función de transferencia de lazo cerrado son los que dibujan trayectorias a
medida que aumenta la ganancia regulable, como las que pueden verse en la
figura anterior. Aunque puede ser interesante, no vamos a describir las reglas
de construcción de las trayectorias porque al final acabaríamos escribiendo un
curso de regulación, que no es el objetivo.
Ya sabemos que los ceros aumentan la pendiente de la
ganancia y los polos la disminuyen, y eso significa que el número de ceros
nunca debe superar al de polos, pues entonces la ganancia siempre sería
creciente a partir de la mayor frecuencia natural, siempre amplificaría
cualquier perturbación de alta frecuencia y el sistema sería inestable. El
número de polos debe ser menor que el número de ceros, así se diseñan los
sistemas reales para estar seguros de que las frecuencias demasiado altas no
los perturben. En el ejemplo de la figura anterior vemos que cada una de las
trayectorias arranca desde un polo y finaliza en un cero, pero como hay un cero
menos que polos, una de las trayectorias escapa del plano complejo en busca de
un cero en el infinito, que en el ejemplo estaría en el lado izquierdo del eje
real, infinitamente alejado.
Al cerrar el lazo de regulación en el ejemplo anterior, y
aplicando una ganancia igual a 2.5, aparecen cuatro polos de lazo cerrado y dos
de ellos son dominantes porque están más cerca del eje imaginario. Esos dos
polos dominantes definen la respuesta del sistema, y la conclusión es que será
estable porque no alcanzan al eje imaginario, aunque será una respuesta
oscilatoria porque se trata de polos conjugados, con parte imaginaria. Cuanto
mayor sea la parte real mayor será la relación de amortiguamiento y más pronto
decrecerán las oscilaciones.
Curiosamente, si continuáramos aumentando la ganancia del
ejemplo, los polos dominantes se alejarían más del eje imaginario, de forma que
pasarían a ser dominantes los otros dos polos de lazo cerrado, al principio
solo con parte real (sin oscilaciones en la respuesta) y después como polos
conjugados pero con parte imaginaria pequeña, ya que nunca podrían rebasar a
los ceros finales, cuya proyección en el eje imaginario es pequeña.
El sistema del ejemplo siempre será estable
para cualquier valor de la ganancia, ya que las trayectorias nunca alcanzan ni
sobrepasan al eje imaginario. Se ha conseguido la estabilidad pero… ¿gracias a
qué? ¿Tal vez el mérito es de los polos conjugados de marca (4) por ser
dominantes en lazo abierto?, ¡desde luego que no! El problema es lo bastante
intrincado como para comprender que el mérito ha estado en la “colaboración” de
todos los polos y ceros, en patrones de oscilación que han formado una
organización más compleja pero estable.
Una onda estacionaria es algo que aparece y desaparece de forma intermitente, como una luz que parpadea, de forma que si alcanza su amplitud máxima cuando otra se anula… ¿cómo se podría entender? La que se deja sentir es la que domina, pero las dos pueden dominar la respuesta de forma intermitente, y el resultado solo puede ser algo intermedio como el amarillo que resulta de combinar luces rojas y verdes, o en nuestro caso como la partícula neutra que resulta de combinar dos cargas iguales y opuestas.
Vale la pena insistir en que la respuesta de un sistema regulado
no es la suma de respuestas en que se descompone. Solo la respuesta que mejor
sintoniza con el entorno es la que domina, y aún así está definido por
trayectorias entrelazadas que ligan al propio sistema con su entorno,
haciéndolo indistinguible. Esas trayectorias o caminos entre polos y ceros
definen comportamientos intermedios, y si atribuimos un signo a los
polos y el signo contrario a los ceros habrá un punto en las trayectorias que
será neutro, lo mismo que al sumar cargas eléctricas de distinto signo.
Es posible que se sumen las cargas eléctricas cuando se combinan,
pero también es posible que no se trate de una suma sino de un comportamiento
intermedio entre cargas opuestas que intentan dominar la respuesta. Cargas de
signo opuesto podrían ser polos y ceros que intentan atraer hacia sí el
comportamiento del conjunto, obligándole a posicionarse en un determinado punto
de la trayectoria que los conecta.
Esta idea se refuerza si recordamos que las partículas deben tener niveles de energía cuantizados, lo que se explica como ondas confinadas con una longitud de onda que debe ser submúltiplo de la dimensión de su confinamiento, y eso da lugar a una onda estacionaria como la que podemos ver a continuación.
Esta idea se refuerza si recordamos que las partículas deben tener niveles de energía cuantizados, lo que se explica como ondas confinadas con una longitud de onda que debe ser submúltiplo de la dimensión de su confinamiento, y eso da lugar a una onda estacionaria como la que podemos ver a continuación.
Una onda estacionaria es algo que aparece y desaparece de forma intermitente, como una luz que parpadea, de forma que si alcanza su amplitud máxima cuando otra se anula… ¿cómo se podría entender? La que se deja sentir es la que domina, pero las dos pueden dominar la respuesta de forma intermitente, y el resultado solo puede ser algo intermedio como el amarillo que resulta de combinar luces rojas y verdes, o en nuestro caso como la partícula neutra que resulta de combinar dos cargas iguales y opuestas.
Dos ondas desfasadas medio ciclo se cancelan, como si no existiera
ninguna de las dos, pero dos ondas estacionarias que se desfasan como se ha
indicado solo se cancelan parcialmente, dando como resultado un patrón de
oscilación intermedio y un poco de energía cancelada que podría entenderse como
energía de enlace, o como la causa de que se atraigan las cargas opuestas de
distinto signo. Si la combinación responde con menor energía, solo podría
romperse si existe un aporte externo que devuelva la energía desaparecida.
También es posible la cancelación completa si las ondas
estacionarias están desfasadas media secuencia de oscilación, y estaríamos
hablando de materia y antimateria. Algo debe de existir que lo impide entre
partículas de materia, porque es evidente que si los enlaces más estables son
los que mayor energía desprenden, entonces la mitad de la materia debería
convertirse en antimateria y quedar aniquilada con la otra mitad.
Si la suposición es correcta, cada partícula tendría que caer en
uno de los dos estados elementales de vibración, como carga positiva o como
carga negativa, como polo o como cero en el plano complejo de la estabilidad. Sabemos
que los átomos estables tienen igual número de cargas positivas y negativas, lo
que también concuerda con la exigencia de que no puede haber mayor número de
ceros que de polos.
Otra similitud entre la teoría de regulación y las partículas la
encontramos en el misterio de la antimateria… ¿dónde se encuentra si debería
haberse creado en la misma cantidad que la materia? La hipótesis más aceptada
es que la antimateria es un poco menos estable que la materia, al parecer
demostrado con las antipartículas de los mesones B. En el ejemplo que vemos a
continuación, también se confirma que no existe simetría cuando se intercambian
los polos y los ceros de un sistema regulado, ya que vemos que para una
ganancia igual a 2 en ambos casos, resulta ser más estable el de la izquierda
porque los polos de lazo cerrado (que dominan la respuesta) estás más lejos del
eje imaginario.
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