Como se ha dicho en el apartado anterior, encajar un modelo
físico con las propiedades observadas de las partículas parece demasiado
complejo, y al menos de momento no se pretende deducir la estructura y
características exactas que debe tener un campo estacionario.
Tal vez no sirva para nada o tal vez esconda la magia oculta
que rebosa en la materia, pero es evidente que necesitamos algo más que pruebas
experimentales si queremos recuperar algo tan fundamental como es la razón de
la ciencia.
Sabemos que las fuerzas electromagnéticas y gravitatorias
responden a la ley del inverso del cuadrado de la distancia, pero no sucede así
con las fuerzas nucleares. Esto que parece justificar interacciones de distinta
naturaleza, deja de ser un problema si cambiamos la distancia por el radio
mínimo de superposición entre los campos, lo que conduce a una sola raíz para
todas las fuerzas conocidas como veremos seguidamente.
Aceptando que las partículas son campos estacionarios,
cualquier tipo de interacción debería ser la consecuencia de reacciones
“reales” entre los campos. Estas reacciones se explicaban si las ondas
generadoras rebotaban parcialmente, en proporción directa con la densidad del
campo estacionario, hasta el límite de un radio mínimo con densidad extrema y
rebote completo.
Si los campos reaccionan, inmediatamente se deduce que las
ondas de expansión en cada uno de los campos serán arrastradas por la corriente
de absorción del otro campo, puesto que se cruzan, pero como las dos corrientes
opuestas del mismo campo también reaccionan, el resultado debería ser un efecto
de arrastre del campo completo. La interacción resultante sería siempre de
atracción entre dos campos cualesquiera, independientemente de sus
características eléctricas y magnéticas. Esta fuerza básica debería ser la
gravedad, con un radio de superposición extremadamente grande para que la
densidad sea muy pequeña y las reacciones sean tan débiles como sabemos que es
la gravedad.
Dos masas o partículas, separadas por una determinada
distancia, podrían experimentar fuerzas de diferente escala de magnitud si el
radio de superposición es diferente, aunque se mantenga la distancia. Esto
tiene sentido si reconocemos que los patrones de oscilación pueden ser
compatibles o pueden no serlo. Si se trata de campos orientados como el que se
describió en el apartado anterior, el radio de superposición tiene que
disminuir si la orientación de los dos campos es la misma, y tiene que aumentar
si la orientación es diferente, lo que explicaría la atracción y la repulsión
por interacciones magnéticas.
Para explicar las interacciones eléctricas entre
cargas de igual o distinto signo solo se necesita distinguir dos patrones
básicos de oscilación que sean complementarios, puesto que la combinación de
ambos tiene que ser equivalente a una partícula sin carga. Resulta que las
ondas estacionarias tienen una propiedad excelente para explicar que existan
dos patrones básicos y solo dos. Efectivamente, un ciclo completo de una onda
estacionaria pasa por una serie de fases diferenciadas como se representa en la
siguiente figura: Decrecimiento, anulación, crecimiento, decrecimiento, anulación, y crecimiento.
Hay dos fases de crecimiento y otras dos de reducción, pero
se distinguen porque los dos semiciclos están invertidos. También hay dos fases
de anulación en las que la onda “no existe” y, si no existe, tampoco reacciona
con nada, lo que significa que en los tiempos de anulación puede haber otro
campo que oscila de forma complementaria ocupando exactamente su lugar,
existiendo cada uno cuando el otro no existe. Se podría decir que la materia
está multiplexada como luces que parpadean, pareciendo que se mantienen
encendidas de forma continua pero, realmente, parpadeando con una frecuencia
demasiado alta para distinguir el efecto.
Si es cierto que los campos estacionarios reaccionan entre
sí proporcionalmente a su densidad, entonces se comprendería que las partículas
de la materia tengan que ajustar su fase de oscilación, ajustándose a una de
las dos formas básicas de combinarse entre sí. Como una balanza inestable, cada
partícula reduciría su densidad cayendo en una de las dos opciones posibles, y
se quedaría enclavada en ese estado como forzada por un mecanismo de seguridad.
Partiendo de un patrón de oscilación A como se indica en la
siguiente figura, resulta que existen dos patrones complementarios en lugar de
uno solo, tales como B y B’, desfasados entre sí media secuencia de oscilación
pero igualmente probables. En los dos casos hay dos fases de crecimiento cuando
A se reduce, y dos fases de reducción cuando A crece. Igualmente, en dos de
esas cuatro fases se encuentran en oposición con A y en las otras dos no existe
desfase con A. Puesto que B y B’ están siempre en oposición deberían cancelarse
mutuamente como si no existiera ninguno de los dos.
Si se compara con los protones y electrones de un átomo
parece haber una coincidencia significativa, siendo A equivalente a los
protones y B con B’ equivalentes a los dos electrones que pueden ocupar cada
orbital. Como sabemos, los dos electrones de cada orbital deben distinguirse
por una propiedad conocida como espin, uno de ellos con valor 1/2 y el otro con
valor –1/2, lo mismo que los patrones B y B’ por estar desfasados medio ciclo
de oscilación pero en sentidos contrarios.
Parece una contrariedad que los patrones B y B’ se cancelen
mutuamente, pero no lo es, ya que su cancelación no significa que no estén. De
hecho, la única forma de saber si están es mediante la observación y sabemos
que el acto de observar es lo que obliga a las partículas a manifestarse en un
estado corpuscular. La observación no puede ser otra cosa que una influencia no
localizada que reacciona con el campo a detectar, y esa reacción entregará energía
al campo cancelado, haciendo que salga de su estado de cancelación. Tanto B
como B’ estarán cancelados mientras no haya perturbaciones que puedan entregar
energía, de modo que cualquier otra partícula no podría ocupar el lugar de
otras dos partículas canceladas.
Básicamente, la estabilidad de los diferentes elementos
químicos se puede entender como diferentes grados de cancelación. Es
significativo que los elementos más reactivos son aquellos que tienen exceso o
defecto de electrones (metales y no metales), como si los electrones en exceso
o defecto fueran los únicos responsables de las reacciones químicas y el resto
de partículas no existieran. Se explicaría así que los gases nobles no
reaccionen químicamente, ya que al tener completa la última capa de electrones
llegarían a su mayor grado de cancelación, literalmente como si no existieran a
efectos de interacciones electromagnéticas.
Si el origen de los dos tipos de carga eléctrica fuera como
el descrito anteriormente, dos cargas como A y B en la figura anterior aumentan
su grado de cancelación pero no se cancelan del todo, ya que son ondas
desfasadas pero no están en oposición. Eso significa que los campos resultantes
seguirían teniendo un alcance indefinido, en concordancia con el alcance
indefinido de las interacciones electromagnéticas. Sin embargo, los huecos se
pueden rellenar con cargas opuestas (como B y B’) que se cancelan pero impiden
que otras cargas ocupen su lugar. Así, cuando son iguales el número de cargas
positivas y negativas se puede explicar que sea nula la carga resultante, pero
seguirá existiendo un campo resultante no cancelado que explicaría el carácter
electropositivo o electronegativo de los elementos, a menos que no sobren ni
falten huecos por rellenar como sucede con los gases nobles.
Si cada partícula es como una onda estacionaria formada por
dos ondas generadoras, una forma de conseguir una cancelación máxima es con dos
partículas en oposición, pero ocurrirá lo mismo con tres partículas si las tres
ondas generadoras que corren en el mismo sentido se desfasan 120º, lo mismo que
las que corren en sentido contrario. No hay duda que el número de patrones de
oscilación puede ser infinito con la superposición de ondas estacionarias, pero
parece posible que las reacciones más fuertes sean debidas a los mayores grados
de cancelación.
Incluso en una cancelación completa, tampoco se podría
esperar una anulación total del campo resultante si las reacciones aumentan con
la densidad. Se ha justificado que los patrones de oscilación se mantienen como
enclavados por una especie de caída en un pozo de menor densidad, son
conducidos a ese pozo pero no obligados a mantener un perfecto sincronismo. Por
lo tanto, el sincronismo debe ser la consecuencia de una tendencia hacia un
estado de menor densidad, y no al contrario. El sincronismo no podría ser
perfecto y los campos solo estarán cancelados a partir de cierto radio de
superposición, pero mantendrán actividad con radios menores debido al aumento
de la densidad que incrementa las reacciones.
Así se comprendería el corto alcance de las fuerzas
nucleares, como el resultado de la cancelación de campos con radios de onda
grandes, siendo imposible la superposición con otros campos a menos que una
corta distancia permita la superposición con radios muy pequeños, con densidad
enorme y reacciones brutales, casi como rebotes puros.
Hemos visto que las interacciones eléctricas y magnéticas
(electromagnéticas) dependen de patrones de oscilación que conducen a un estado
de menor densidad, lo que implica una reducción del radio de superposición
respecto de la interacción básica que es la gravedad. Reducir la densidad es
equivalente a una cancelación parcial de los campos y en el caso de
interacciones nucleares debe ser de mayor escala de magnitud, hasta el punto de
quedar cancelados por encima de un radio pequeñísimo. Cuanto mayor sea el grado
de cancelación, menor será el radio de alcance, mayor la energía liberada en la
cancelación, y mayor la energía necesaria para recuperar el estado de actividad
original.
Eso explicaría la existencia de partículas que parecen salir
de la nada, llamadas “virtuales” porque aparecen y desaparecen en determinadas
reacciones como si fueran las “portadoras” de las fuerzas de interacción. Estas
partículas no saldrían de la nada porque siempre habrían estado ahí, pero
canceladas en una especie de vacío de densidad que encajaría muy bien con el
llamado “vacío cuántico”.
Como se sabe, las partículas virtuales incumplen la ley de
conservación de la masa y energía, explicado por la mecánica cuántica en virtud
de un principio de incertidumbre que permite el incumplimiento de una ley tan
fundamental como la conservación de masa y energía, con la condición de un
período de vida muy corto. Digan lo que digan, lo justifiquen como lo
justifiquen, no se puede sacar algo de donde no lo hay, aunque sea durante un
tiempo tan breve, y la única explicación que nos dejaría tranquilos es que no
se sabe qué clase de realidad se esconde bajo la tapadera del vacío cuántico.
El último tipo de interacción, la nuclear débil, es
la responsable de la radiactividad y la desintegración beta de protones y neutrones.
Ha sido explicada en los apartados 19 y 20 de la primera parte, donde se veía que el
origen de las monstruosas partículas virtuales parecía estar en una inversión
de la carga eléctrica. Hay que recordar igualmente que la realidad parece ser
derivativa, puesto que solo descubre lo que está cambiando pero esconde su
verdadera magnitud.
Las partículas parecen ser expertas en el arte de la
ocultación. Las combinaciones más estables son también las que han perdido más
energía, y sin embargo la recuperan en la misma medida en que se pone en
peligro su estabilidad. Con ese punto de vista, la materia estable debería ser
tan vacía y carente de actividad que su equivalencia en energía como E = m·c2
tendría que ser falsa… ¿de dónde podría salir la energía si la materia es
estable porque cancela su energía?
Es evidente que la energía desprendida de las reacciones
nucleares no puede ser energía cancelada que la materia recupera de alguna
parte, ya que se mantiene el número de nucleones aunque se deje sentir una
ligera disminución de masa. La energía que se desprende en las reacciones
nucleares no estaba presente antes de la reacción, por lo que no había nada que
pudiera sacar a los átomos de su estado de cancelación. Debe ser energía oculta
pero no cancelada, y la cuestión es ¿cómo se puede mantener oculto lo que puede
arrasar una ciudad entera, en una porción minúscula de materia?, ¿cómo se puede
esconder una actividad tan grande en una porción tan pequeña de masa
inofensiva?
Definitivamente, lo que vemos no puede ser otra cosa que una
proyección minúscula de una realidad increíblemente agitada y gigantesca,
prácticamente sin límites de velocidad y magnitud. ¿Dónde y cómo se oculta
semejante proyección imaginaria, pero tan cierta como el calor del sol?
No hay comentarios:
Publicar un comentario