Como ya se ha comentado en el apartado anterior, toda
partícula parece tener dos formas incompatibles de manifestarse. La
interpretación cuántica más reconocida nos dice que a veces es una onda y otras
veces es un corpúsculo, resultante de una especie de “colapso” de su estado
ondulatorio cuando se establece un punto de observación.
Una propiedad de una partícula, como por ejemplo la
posición, se define por una función de onda cuya densidad coincide con la
probabilidad de encontrarla. Cada punto del espacio tiene así una probabilidad
determinada y, por ejemplo en el caso de un electrón, la zona del espacio con
máxima probabilidad es lo que se conoce como “orbital”. Si prescindimos de un
dispositivo de observación es imposible asegurar en qué posición se encuentra
la partícula, la única herramienta de predicción es la función de onda, y la
partícula responde a un comportamiento ondulatorio. Al contrario, cuando se
coloca un dispositivo de observación, la partícula deja de responder como una
onda y se manifiesta como un corpúsculo, es entonces cuando se dice que la
función de onda se “colapsa” en uno de los estados o posiciones probables, como
si toda la energía de la onda se concentrara de repente en una posición
concreta.
Los experimentos más significativos del problema de la
dualidad son el efecto fotoeléctrico y el experimento de la doble rendija,
siendo éste último el que más ha moldeado la extraña forma de pensar en
mecánica cuántica.
El efecto fotoeléctrico es la capacidad de una radiación para arrancar
electrones. En un principio se pensaba que la intensidad de la radiación
guardaría una relación directa con el caudal de electrones arrancados, pero se
vio que esto no era así porque no se arrancaba un solo electrón hasta que la
frecuencia de la radiación alcanzaba un mínimo, independientemente de la
intensidad de la radiación. Así se llegó a entender que la luz se comportaba
como paquetes de energía mínima indivisibles (fotones) cuya energía es
proporcional a la frecuencia, y siendo la constante de Planck el factor de
proporcionalidad.
La luz, que siempre se había entendido como energía
propagada en forma de ondas, se manifestaba con la misma dinámica que una masa
puntual en su impacto con los electrones. Por muy numerosos que fueran los
paquetes de energía (mucha intensidad) no se arrancaban electrones si la
frecuencia era insuficiente, pues entonces ninguno de los paquetes tenía
suficiente energía para romper el enlace de un electrón e impulsarlo con
energía sobrante.
El experimento de la doble rendija demuestra un comportamiento
ondulatorio de las partículas, justo lo contrario que el efecto fotoeléctrico.
Lanzando electrones a través de una doble rendija hasta una pantalla de fondo, se
observan una serie de franjas claras y oscuras que responden a un patrón de
interferencia de ondas. Así se supone que el electrón se difracta como una
onda, dividiéndose en las rendijas e interfiriéndose entre sí. Los puntos de
corte de las ondas que se interfieren forman trayectorias en las que es máxima
la intensidad, y en la pantalla se dibuja una banda nítida.
En las direcciones intermedias se restan las amplitudes y no
se observa reacción sobre la pantalla de fondo. Por supuesto, los puntos que
distan un número entero de longitudes de onda a cada rendija están en las
trayectorias de máxima intensidad, donde las amplitudes se suman y justifican
una impresión nítida sobre la pantalla.
Tapando una de las dos rendijas desaparece el patrón de
interferencias y solo se muestra una banda nítida, justamente alineada con el
foco de electrones y la rendija libre. En este caso no se puede asegurar si los
electrones se comportan como ondas o como corpúsculos.
Cuando se aproxima un detector a una de las rendijas, el
patrón de interferencias desaparece igualmente, pero en este caso se muestran
dos bandas nítidas alineadas con el foco de electrones y cada una de las
rendijas, como si los electrones se dieran cuenta de que están siendo
observados y se convirtieran en proyectiles o corpúsculos.
Se ha pensado que las interferencias podrían aparecer
solamente cuando se lanzan muchos electrones de forma simultánea, siendo falso
que cada electrón se difracte como las ondas. Lo mismo que las ondas en un
estanque se propagan por las interacciones entre las moléculas que forman la
masa de agua, los electrones podrían responder de forma parecida.
Para comprobarlo se redujo el flujo de electrones hasta el
punto de asegurar que tal efecto no se produciría y, después de largo tiempo de
prueba, el patrón de interferencias emergía como en el caso de lanzar muchos
electrones a la vez. Por lo tanto, estaba
claro que las ondas no se debían al movimiento ondulante de un “mar” de
electrones, sino que un solo electrón era capaz de generar un patrón de
interferencias, que la onda era el propio electrón.
Aunque las ondas se dispersan y su energía se reparte en
todas las direcciones, las partículas dejan de comportarse como las ondas
cuando alcanzan la pantalla de fondo, como si toda la energía de la onda se
concentrara de repente en un impacto puntual, tal como sucede con los fotones
cuando arrancan electrones en el efecto fotoeléctrico. En tal situación no se
puede hablar de la posición del electrón como corpúsculo, es decir, puede estar
a la vez en todas las posiciones probables o en ninguna, no existe posición
como “realidad física” sino como una “probabilidad”.
Sin embargo, cuando el electrón alcanza la pantalla o cuando
se añade un dispositivo de observación, entonces se manifiesta en una de las
posiciones más probables. Con dispositivo de observación se detecta por cuál de
las ranuras pasa el electrón porque lo hace como un corpúsculo, pero sin
observación es imposible, porque no tiene sentido preguntarse por qué ranura
pasa una onda que se difracta, se puede decir que no pasa por ninguna o que
pasa por las dos.
Es dramático para la razón imaginar a un fotón o a cualquier
partícula en su propagación como una onda, expandiendo su energía hasta años
luz por el espacio en todas las direcciones y, cuando alcanza un objetivo, toda
esa energía se concentra como por arte de magia en un solo punto de impacto,
porque los fotones y partículas “no se pueden dividir”.
Como se ha dicho, los estados físicos son demasiado
sensibles a la presencia de cualquier punto de observación y, adicionalmente,
la posición de las partículas es incierta si no hay observación. En ese
sentido, la realidad parece una superposición de todos los estados probables,
un concepto que ha calado con tanta fuerza que muchos físicos se han convertido
en creyentes de Universos paralelos y dimensiones desconocidas. Después de
todo, si cada partícula es una superposición de todos los infinitos estados
posibles, entonces las incontables partículas del Universo también darían lugar
a infinitos Universos en superposición.
Las observaciones experimentales son tan extrañas que la
posibilidad de una realidad oculta ya no es la cuestión, el problema es
imaginar esa realidad. Para muchos físicos, lo que observamos es como una
proyección en tres dimensiones de lo que realmente existe en más de tres
dimensiones. Eso explicaría que la gravedad sea tan débil comparada con las
demás fuerzas conocidas, de la misma forma que se acortan las dimensiones de un
objeto tridimensional cuando se proyecta sobre un plano. Basta recordar que la
relatividad general se basa en un espacio de 4 dimensiones, y que la
incredulidad inicial abrió paso a una masiva aceptación cuando aparecieron las
primeras coincidencias experimentales.
En la revista IyC se publicó un experimento a nivel macroscópico de este tema.
ResponderEliminarSe usaban bolas en una piscina, o algo así. Y las rendijas era un muro en mitad de la piscina con sus huecos correspondientes.
La conclusión a la que se llegaba es que el electrón sería más partícula que otra cosa pero que llevaba asociada una onda pero no porque fuera el propio electrón sino porque arrastrá algo delante suya.
¿Qué es ese algo que puede arrastrar el electrón? Si se piensa la esencia del universo como un todo contínuo, que las partículas es espacio comprimido, entonces se puede hacer una analogía con el aire. El aire normal sería el espacio vacío, el aire comprimido (como una onda de sonido pero en este caso formando una bola) serían las partículas o fotones dependiendo de la densidad.
Igual que nosotros al caminar empujamos el aire, el electrón puede estar empujando el espacio.
Hice un intento de buscar el experimento que mencionas porque parece interesante, pero de momento no lo encuentro. Es cierto que hay una teoría de la onda piloto debida a De Broglie-Bhom que se considera posible, aunque parece que las preferencias están más por la onda de probabilidad, pero no recuerdo muy bien por qué aunque he leído algo. No sé qué podría arrastrar a un electrón y creo que la teoría de la onda piloto tampoco puede aclarar demasiado. Supongo que considera al electrón como algo puntual y la onda que lo arrastraría tendrá un formalismo matemático pero la cosa no irá más lejos.
EliminarEstuve leyendo algo de otro blog que me viene a la mente, y se trata de un concepto muy diferente sobre las leyes de la conservación de la energía y la materia. Considera que la materia y la energía continuamente se están destruyendo y creando a velocidades asombrosas, es decir, pasan de materia a energía y viceversa en forma constante a una frecuencia muy elevada. Asegura que tanto la primera ley termodinámica como la segunda y la tercera están equivocadas, por ello no se encuentra el nexo entre la relatividad y la cuántica.” El sitio donde lo leí es: http://foros.monografias.com/archive/index.php/t-26597.html
ResponderEliminarTambién en :http://foros.monografias.com/showthread.php/26597-La-Energ%C3%ADa-se-Crea-y-se-Destruye-por-ello-vence-la-entrop%C3%ADa?s=e87bf22f4bbfd11f0de54092d28b7d72
¿Que te parece Merino?
Pues a simple vista no entiendo a dónde quiere llegar ni por qué, no se por dónde buscarlo sentido. Que la materia se crea y se destruye continuamente no parece novedoso, eso es más o menos lo que se piensa de los núcleos atómicos en cuanto a protones y neutrones. Hay unas partículas llamadas piones cuyo intercambio transforma un protón en neutrón, y a la inversa. Da lugar a una fuerza residual de la interacción nuclear débil, es una fuerza débil pero se compensa con una elevada frecuencia de intercambio, y el resultado es la fuerza que mantiene unido el núcleo de los átomos.
EliminarSobre los principios equivocados de la termodinámica es como reabrir la idea de un móvil perfecto que hace trabajo sin coste alguno. No conozco nada que lo pruebe, excepto el efecto Casimir por el cuál se obtiene una minúscula energía del vacío, solo aprovechable con nanotecnología. El efecto Casimir ya es algo, y tal vez algún día sí se pueda obtener mucha energía del vacío, pero de momento creo que tenemos que seguir aceptando que se cumplen los principios de la termodinámica.