Se advierte que los contenidos de este apartado son deducciones de un modelo de campos estacionarios. No es información de propósito general como la que solemos buscar en una enciclopedia, y probablemente no se entenderá nada sin haber comenzado por la INTRODUCCIÓN.
Elegante teoría la de David Bhom y Karl Pribram, compatible con los extraños principios de la mecánica cuántica pero calificada de no científica por algunos de los más influyentes. Es curioso, al menos, que algunas pruebas aportadas a su favor hayan venido de la mano de quienes intentaban desacreditarla, como es el caso de Paul Pietsch cuando fragmentó el cerebro de una salamandra para demostrar que su memoria estaba localizada, pero llegó a triturarlo por completo sin conseguirlo.
Elegante teoría la de David Bhom y Karl Pribram, compatible con los extraños principios de la mecánica cuántica pero calificada de no científica por algunos de los más influyentes. Es curioso, al menos, que algunas pruebas aportadas a su favor hayan venido de la mano de quienes intentaban desacreditarla, como es el caso de Paul Pietsch cuando fragmentó el cerebro de una salamandra para demostrar que su memoria estaba localizada, pero llegó a triturarlo por completo sin conseguirlo.
Si cada recuerdo no está localizado en ninguna parte
concreta del cerebro, ¿cómo y dónde se registra y cómo se recupera su información?
Físicos de la talla de Penrose defienden que las neuronas
también están conectadas por informaciones no localizadas, a través de unos
microtúbulos alojados en el citoplasma y con un grosor de 3 millonésimas de
centímetro. De ser cierto, el cerebro funcionaría como una computadora cuántica
que no necesita conexión física para transmitir una señal, y sus leyes de
computación cumplirían principios de no localidad. Otras extensiones
macroscópicas del entrelazamiento pueden ser la fotosíntesis, la orientación
animal e incluso el ADN, posibilidades que son tomadas muy en serio por
científicos bien reconocidos.
La teoría de los microtúbulos neuronales explicaría muy bien
por qué cada recuerdo parece estar distribuido por todo el cerebro y se puede
recuperar completo desde cualquier fragmento del tejido neuronal. Si fuera
cierto que los microtúbulos no necesitan conexiones físicas locales, lo mismo
que las partículas entrelazadas, los recuerdos podrían estar escritos como un
patrón de interferencias muy parecido a lo que se observa en una placa
holográfica. De hecho, ha sido descubierto que las neuronas reaccionan cuando
se las somete a estímulos que responden a transformaciones de Fourier, que son
exactamente el mismo lenguaje en el que se basa la elaboración de los
hologramas.
Las primeras pruebas con ADN
que demostraron su influencia no local se deben al físico ruso Vladimir
Poponin, quien demostró la capacidad del ADN para dispersar los fotones de un
rayo láser, aún cuando el ADN ya se había retirado varias semanas antes de la
cámara de dispersión. Es incuestionable entonces que el ADN afecta a la luz de
forma no local, y su efecto ha sido recordado como "el efecto fantasma del
ADN".
Pribram considera que el cerebro es como una especie de
lente que convierte la cascada de frecuencias sensoriales en la forma en que
vemos el mundo exterior, los objetos no existirían de modo objetivo porque solo
serían como hologramas creados en el interior de nuestra mente. El mundo
exterior no sería más que un océano de energía y vibración.
Similitudes entre un holograma y el
modelo.
En el apartado sobre el Universo holográfico
se comentaba el principio de igual nombre, según el cuál se puede codificar la
información encerrada en un volumen sobre la superficie que lo encierra. Esto
es una consecuencia inmediata del modelo porque cada onda estacionaria estará
en una superficie esférica y encierra un volumen, dentro del cuál estarán todas
las ramas del campo y las proyecciones localizadas de cada una de las partículas
que lo forman. Pero si un campo contiene infinitas capas estacionarias, también
contiene infinitas superficies codificando la información, por lo que puede
perderse una proyección localizada y reconstruirse con la información del resto
del campo, lo mismo que se puede cortar una placa holográfica y cada trozo
sigue conteniendo toda la información, de la misma forma que se pueden extirpar
fragmentos de un cerebro sin la pérdida de un recuerdo.
Si los recuerdos están registrados en esa inmensa extensión
ondulatoria de la materia, no se perderían aunque fueran extirpados fragmentos
locales del cerebro. Si la comunicación entre neuronas también ocurre en esa
extensión ondulatoria, es evidente que hay entrelazamiento cuántico y existe
comunicación sin contacto. Incluso la consciencia misma podría tener sus raíces
en esa extensión ondulatoria y formar parte del orden implicado como razonaba
David Bhom. Y aunque pueda parecer atrevido y fuera de toda ciencia, tampoco
sería imposible que perdure la consciencia cuando muere su proyección
localizada. Elisabeth Kubler Ross habría acertado cuando afirmaba que la muerte
no existe, con independencia de que exista o no exista un Dios. Habríamos
infravalorado a la realidad extraordinaria que se oculta en la materia.
Lo del universo holográfico suena ya un tanto extraño aunque el razonamiento me gusta. Estamos dentro así que lo que percibimos puede ser muy diferente a la realidad, bien podría ser como Matrix o Nivel 13.
ResponderEliminarTengo un par de relatos cortos con cierta relación a esto último.
Reiniciando el estado del cuerpo en el cerebro
http://ideasdeotraepoca.blogspot.com.es/2012/11/reiniciando-el-estado-del-cuerpo-en-el.html
El becario de Dios
http://ideasdeotraepoca.blogspot.com.es/2012/10/el-becario-de-dios.html
Yo tampoco creo que la realidad sea exactamente un holograma, y menos aún que se trate de un programa de simulación creado por una civilización superior o algo parecido. Lo que sí creo es que tiene muchas características que son muy similares a las de un holograma, y debe de haber alguna razón.
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