Se advierte que los contenidos de este apartado son deducciones de un modelo de campos estacionarios. No es información de propósito general como la que solemos buscar en una enciclopedia, y probablemente no se entenderá nada sin haber comenzado por la INTRODUCCIÓN.
El tiempo de los relojes puede correr más deprisa o más despacio, pero el tiempo matemático puede incluso detenerse y correr hacia atrás. En el apartado sobre el tiempo como magnitud física veíamos que su significado depende de lo que interpretamos como realidad. Ya se ha descartado el concepto absoluto de Newton y se ha impuesto el relativo de Einstein, pero con varias vertientes. La relatividad especial nos diría que el tiempo se ralentiza cuando la velocidad aumenta, que se congela cuando nos movemos tan rápido como la luz, y que corre hacia atrás cuando nos movemos más rápido que la luz. La relatividad general nos diría que el pasado, el presente y el futuro ya existen a la vez en el espacio-tiempo.
El tiempo de los relojes puede correr más deprisa o más despacio, pero el tiempo matemático puede incluso detenerse y correr hacia atrás. En el apartado sobre el tiempo como magnitud física veíamos que su significado depende de lo que interpretamos como realidad. Ya se ha descartado el concepto absoluto de Newton y se ha impuesto el relativo de Einstein, pero con varias vertientes. La relatividad especial nos diría que el tiempo se ralentiza cuando la velocidad aumenta, que se congela cuando nos movemos tan rápido como la luz, y que corre hacia atrás cuando nos movemos más rápido que la luz. La relatividad general nos diría que el pasado, el presente y el futuro ya existen a la vez en el espacio-tiempo.
Hemos convertido al tiempo en un laberinto lleno de
paradojas, y lo peor es que se trata de una magnitud fundamental en física que
debería ser objetiva y carente de ambigüedades. Lo que interpretamos se ha
distanciado tanto de lo que medimos que ya deberíamos empezar a desconfiar. Si
nos preguntamos qué relación puede haber entre tiempo y número de oscilaciones
de átomos de cesio, probablemente deberíamos afirmar que ninguna. Las
oscilaciones de los átomos no podemos extraerlas del contexto de la materia, y
su relatividad tiene que ser una relatividad de la materia misma, pero es
dudoso que sea del tiempo.
Recordemos que los experimentos que han confirmado las
predicciones relativistas no han medido tiempo sino oscilaciones de los átomos,
y que si hablamos de la relatividad del tiempo tenemos que reconocer que no
tiene sentido sacarlo del contexto de lo que medimos, que la relatividad está
en la actividad propia de la materia. Por lo tanto, la posibilidad de un tiempo
que corre adelante o atrás, es la posibilidad de que los procesos de la materia
corran adelante o atrás.
En un sistema de referencia cualquiera, todo lo que
permanece ligado al sistema nunca podría saltar al futuro o al pasado, solo su
actividad podría correr adelante o atrás. Si pudiera saltar en el tiempo tendría
que llevarse consigo una copia del Universo entero, porque es evidente que la
realidad entera no puede ser alterada solamente por la ocurrencia de un observador
que decide saltar en el tiempo.
Todas las paradojas del tiempo están mal formuladas, y el
hecho de que encontremos tantas es la prueba de un error de interpretación
monumental. Por ejemplo, el nieto que viaja al pasado y mata a su abuelo sin
haber generado descendencia es una paradoja completamente absurda. Como mucho,
el hipotético viaje del nieto no podría ser más que un retroceso de su propia
actividad biológica, haciéndose más joven, pero solo el nieto y no el resto de
la realidad. Es evidente que no podría rejuvenecer hasta una edad anterior a su
propio nacimiento, pero aunque fuera posible tampoco encontraría a su abuelo
como era muchos años atrás, puesto que no era el abuelo quien había hecho el
viaje en el tiempo.
Pero una actividad biológica que corre hacia atrás tampoco
encaja con lo que se mide si recordamos que se trata de oscilaciones de los átomos.
No tiene sentido separar al tiempo de su contexto de medida, por lo que si
corre hacia atrás debe ser la actividad elemental de la materia lo que corre
hacia atrás, y eso se puede entender como partículas que se alejan de la
estabilidad. Las agujas de un reloj no girarían a izquierdas ni el nieto de la
paradoja se haría más joven, simplemente cada una de sus partículas terminaría
desintegrada, convirtiéndose en fotones de luz que podrían ser más y más energéticos,
pero nunca rebasarían su velocidad límite ni saltarían a ningún pasado.
En consecuencia, el tiempo de las ecuaciones relativistas no
es verdadero tiempo, solo es el ritmo con el que transcurre el TIC-TAC de los
relojes, las oscilaciones de un péndulo o las oscilaciones de los átomos. El
tiempo de las ecuaciones relativistas es el ritmo con el que transcurre la
actividad de la materia, pero no es verdadero tiempo. Einstein reconocía
que si el tiempo se ralentiza también sucede lo mismo con la actividad de la
materia, pero su interpretación está marcada por la paradoja del abuelo y, como
se ha explicado, no es equivalente a un ritmo variable en la actividad de la
materia.
Sea lo que sea el tiempo, no es eso que corre como un río
con velocidad variable. Probablemente seguirá siendo tan absoluto como siempre
se había pensado antes de la relatividad, o tal vez solo exista en nuestra
consciencia, pero no hay duda de que nunca lo hemos comprendido ni medido. Es
incuestionable que la relatividad general funciona muy bien hasta donde se sabe,
pero el espacio-tiempo debe ser alguna clase de extensión de la materia por dos
razones: La primera porque el tiempo no se puede separar del contexto de lo que
se mide, y la segunda porque así se comprende por qué la materia curva el
espacio-tiempo.
Algunas implicaciones pueden ser las
que siguen:
1. El
tiempo absoluto puede seguir existiendo con independencia de lo que medimos,
pero es un concepto que no sirve como magnitud física.
2. Rebasar
la velocidad de la luz ya no significa un transporte hacia el pasado sino una
destrucción de las partículas más elementales como son los fotones. Tendríamos
que pensar que los ladrillos básicos de la realidad que podemos detectar también
están hechos de algo, y ese algo puede ser más rápido.
3. El
espacio-tiempo resulta ser una extensión de la materia, y si puede expandirse más
rápido que la luz como se propone con la teoría inflacionaria en el Big-Bang, entonces
hay algo en la materia que puede ir más rápido que la luz.
4. Si
lo que se mide no es tiempo sino actividad de la materia, es lógico que dependa
del movimiento como explica la relatividad especial, ya que el movimiento también
es actividad.
5. Debemos
entender que la deformación del espacio-tiempo es deformación de los campos de
la materia, pero como esos campos están en el espacio y no son el espacio, no
pueden deformarse hasta conectar lejanos puntos en el espacio y en el tiempo,
por lo que no tiene sentido ningún salto hacia un futuro o hacia un pasado que
ya existen.
6. Singularidades
como los agujeros negros o el Big-Bang no lo son del tiempo y del espacio sino
de la materia. El Big-Bang pudo ser el comienzo del Universo pero no el origen
del espacio y del tiempo. Sí que podemos pensar en algo anterior, en un espacio
y un tiempo que ya estaban ahí.
7. Como
magnitud física, el tiempo es una propiedad emergente que solo existe a partir
de cierto grado de integración. De momento, cuando es inferior a un conjunto de
átomos nos quedamos sin patrón de medida.
El tiempo y los procesos regulados
en lazo cerrado.
Como se ha dicho al comienzo de este apartado, el
significado del tiempo depende de nuestra interpretación de la realidad, y el
modelo planteado en los primeros apartados también es
una interpretación que afecta al significado del tiempo. Una característica
fundamental del modelo es la resonancia, la razón por la que hablamos de campos
estacionarios y no de ondas que pierden su energía y se dispersan. Esta
característica se observa cuando un instrumento musical está bien afinado, pues
entonces el sonido se prolonga durante más tiempo y confirma que se ha
conseguido con un número entero de longitudes de onda, es decir, que se ha
conseguido una nota pura, bien afinada.
Adicionalmente, el fenómeno de la resonancia implica que la
energía se realimenta en lugar de perderse fácilmente, pero la realimentación
es propia de procesos que se regulan en lazo cerrado. Una forma sencilla de
verlo es con la cuerda de una guitarra, que si está bien afinada oscilará
exactamente como una onda estacionaria, y en caso contrario tendrá una oscilación
irregular, perderá energía muy rápido, y el sonido se apagará igualmente rápido
además de no corresponder a una nota pura.
La realimentación de la cuerda se entiende si nos fijamos en
las ondas generadoras de la animación, rebotando en cada extremo para devolver
a la cuerda la energía que se propaga. Si los impulsos llegaran a destiempo
cambiaría la frecuencia de vibración y la cuerda disiparía energía. La condición
es por lo tanto que la longitud de la cuerda coincida con un número entero de
longitudes de onda, de manera que las ondas rebotadas estén en fase y se
superpongan formando una onda estacionaria. Si nos fijamos en los extremos, la prolongación
de cada onda generadora coincide con el extremo opuesto, como si la cuerda
fuera cerrada y no existieran rebotes. Eso confirma que es equivalente a un
lazo cerrado sin extremos abiertos.
¿Y cuál es la relación con el
tiempo?
No habría ninguna relación si se tratara de cualquier
proceso físico, pero el proceso del que estamos hablando es la mismísima realidad
en la que existimos, puesto que todo estará definido por campos estacionarios
en los que hay realimentación y resonancia.
En una primera aproximación podemos representar a la
realidad como un círculo cerrado por el que pasa información, y la cuestión que
se plantea es ¿de qué longitud? Un campo estacionario es indefinido y podríamos
pensar en un círculo de longitud infinita, pero si recordamos que hay
reacciones reales en cada cruce de ondas, habrá información que rebota en cada
cruce y habrá información que mantiene su sentido de propagación, o mejor
dicho, habrá un patrón de oscilación que se reparte cada vez que llega a un
cruce.
Por lo tanto, existe una realimentación independientemente
del número de nodos del campo, habrá lazo cerrado con solo dos nodos, con tres…
hasta infinitos nodos. Se podría decir que la realidad está infinitamente
interconectada y realimentada. Habrá fuertes lazos cerrados entre las
partículas que forman un átomo. Habrá lazos más débiles entre los átomos que
forman una molécula. Habrá lazos más y más débiles incluso entre las moléculas
de agua y de histamina que tiempo atrás estuvieron en estrecho contacto. Habrá
lazos cerrados hasta las escalas de integración más gigantescas como los
cúmulos de galaxias, que serán muy débiles pero estarán ahí como demuestra la
gravedad.
Solo los procesos realimentados tienen capacidad para
regularse a sí mismos y, si la realidad también está realimentada,
increíblemente realimentada, entonces tiene sentido que determinados parámetros
físicos tengan exactamente el valor necesario para que el Universo no sea un
sistema de caos.
Las masas de los electrones, los protones o los neutrones,
la velocidad de la luz, la relación inversa de la gravedad con el cuadrado de
la distancia… Si no fuera exactamente así, si uno solo de tantos y tantos
parámetros tuviera otro valor, el Universo que conocemos no existiría. Si la
realidad no estuviera realimentada, las posibilidades de un Universo como el
nuestro serían tan remotas que harían falta infinitos Universos hasta llegar a
tener la suerte necesaria, en uno solo de ellos.
En cualquier proceso realimentado se recircula información,
y esto sucede con retraso. En un punto cualquiera del lazo cerrado existe una
información instantánea, pero también existe información que está por llegar e
información que ha pasado de largo. Si nos preguntamos qué punto del lazo se
corresponde con el instante actual, tendríamos que decir que todos los puntos
están en el instante actual, que el proceso regulado existe completo en el
presente y que la pregunta es absurda.
Esa pregunta absurda dejaría de serlo si el proceso regulado fuese la realidad en la que existimos y no cualquier proceso físico, el tiempo no tiene el mismo significado en los dos casos. Si el proceso es la realidad en la que existimos, entonces solo un punto concreto del lazo sería el presente. Los anteriores serían el futuro porque por ellos estaría circulando la información que todavía no ha llegado, y los posteriores serían el pasado porque transportan información que ha pasado ya. Habría pasado, presente y futuro, pero los tres coexistirían en el mismo lazo cerrado como si fueran los fotogramas de una película que ya está grabada, como si el futuro ya estuviera escrito.
Esa pregunta absurda dejaría de serlo si el proceso regulado fuese la realidad en la que existimos y no cualquier proceso físico, el tiempo no tiene el mismo significado en los dos casos. Si el proceso es la realidad en la que existimos, entonces solo un punto concreto del lazo sería el presente. Los anteriores serían el futuro porque por ellos estaría circulando la información que todavía no ha llegado, y los posteriores serían el pasado porque transportan información que ha pasado ya. Habría pasado, presente y futuro, pero los tres coexistirían en el mismo lazo cerrado como si fueran los fotogramas de una película que ya está grabada, como si el futuro ya estuviera escrito.
Por alguna razón deseamos libertad para elegir nuestro
destino, no sería muy prometedora una realidad matemática que pueda predecir lo
que sucederá en cada instante. Si nos fijamos en la figura anterior, el futuro
inmediato es la superposición de infinitos lazos cerrados que proceden de todas
las escalas de integración, lo que significa que el presente no queda grabado
hasta la convergencia de todas las condiciones posibles. Podríamos decir que si
las condiciones a gran escala lo permiten, entonces cobrarán importancia los
pequeños cambios. Por ejemplo la gravedad, que es la más débil de las
interacciones, es también la de mayor escala de integración y condiciona
cualquier lazo de menor jerarquía, más difícil de predecir que los cambios a
mayor escala.
Precisemos un poco más en el caso de
campos estacionarios.
La realimentación de un campo estacionario no se corresponde
con lo que se ha descrito exactamente, ya que no se trata de un final conectado
con un principio sino que existe información circulando en sentidos opuestos.
El Universo entero sería la superposición de los campos de todas las
partículas, formando una sola corriente que circula en los dos sentidos. Desde
radios de onda inmensos (tal vez de radio infinito), una corriente de absorción
se desdoblaría repetidamente hasta llegar a las posiciones localizadas de las
partículas, y una inmensa maraña de corrientes de expansión infinitesimales se
irían fundiendo y perdiendo localidad.
Sería una corriente inmensamente ramificada y si la
imaginamos seccionada para un radio de onda determinado, cortando todas las
ramas que contengan ese radio concreto, el resultado sería una infinidad de
esferas de igual radio repartidas por todo el espacio. Nótese que las
corrientes son de ondas esféricas y no existe analogía física para
representarlo. Se puede imaginar como una corriente en la que la tubería es el espacio de tres dimensiones y las secciones de la tubería son esferas.
La sección hipotética resultaría mucho más familiar si
quitamos una dimensión, pues entonces sería como una infinidad de círculos de
igual radio dibujados sobre un papel, exactamente como las ondas de agua que
resultarían al arrojar un puñado de piedras en un estanque. El aspecto sería el
de un caótico patrón de interferencias sin orden aparente.
Aparentemente caótico pero con la información de toda la
realidad física que corresponde a una sección completa de su corriente. Cuanto
menor sea el radio de onda de la sección, más parecido tendría con la realidad que
percibimos, hecha de masas minúsculas que rebotan frenéticamente, que aparecen
y desaparecen como encantadas por un embrujo incomprensible.
Nosotros estaríamos anclados en esa sección más densa de la
corriente porque eso es lo que observamos, y por lo tanto es esa sección tan
densa la que reconocemos como presente, en la que somos conscientes. El pasado
sería la información transportada por la corriente que se expande, dirigiéndose
hacia secciones de mayor radio de onda, y el futuro sería la información transportada
por la corriente que converge hacia una posición localizada, es decir, hacia
nuestro presente.
La diferencia fundamental con un lazo en el que se une
principio y fin es que la información vuelve por el mismo camino pero en
sentido contrario, como un rebote. Eso significa que cada sección es como un
cruce entre el futuro que se aproxima y el pasado que se va, y existirán
reacciones entre ese futuro y ese pasado que provocará cambios en los dos, más
intensamente cuanto mayor sea la densidad de la sección, es decir, cuanto menor
sea el radio de onda o cuanto menor sea su separación en el tiempo.
En consecuencia, el futuro que se acerca se podría comparar
con el borrador de una película, que experimenta correcciones a medida que se
compara con la información del pasado, con la que se cruza, hasta que se graba
un fotograma definitivo con cada información que alcanza la sección más densa
que es nuestro presente.
Pero esa comprensión del tiempo sigue siendo subjetiva
puesto que, si en todas las secciones de la corriente existen cambios,
cualquiera de ellas podría ser el presente, todo depende de la sección de la
corriente “en la que somos conscientes”. Por lo tanto, el pasado, presente y
futuro que nosotros interpretamos coexisten a la vez, no es verdadero pasado,
presente y futuro.
Si volvemos a preguntar cuál es la sección de la corriente
que se corresponde con el “presente verdadero”, no el subjetivo, volveríamos a
responder que la pregunta es absurda, porque todas las secciones de la
corriente existen en ese presente verdadero. Por lo tanto, si el tiempo
absoluto existe, debe de ser el ritmo con el que fluye la corriente de lo que
somos. En todo caso, ni el verdadero tiempo ni el subjetivo pueden ser una
magnitud física coherente, el verdadero porque no lo podemos medir y el
subjetivo… ¡porque no es objetivo!
Pero en definitiva, ¿qué es el
tiempo?
La conclusión es que existe un tiempo verdadero que es
independiente de los infinitos lazos cerrados que construyen la realidad, y tan
absoluto como pensaba Newton. Sin embargo, para cada uno de los infinitos lazos
cerrados existe un pasado, un presente y un futuro, pero los tres evolucionan desde
un presente verdadero hacia un futuro verdadero que no está escrito, y han
dejado atrás a un pasado verdadero que nunca volverá.
Puesto que solo somos conscientes de la realidad más densa
de los campos (la corpuscular) y nos limitamos a tantear a ciegas la extensión
ondulatoria, solo vemos un presente corpuscular aunque ya exista una realidad
que está por llegar y otra realidad que ha pasado, pero las tres forman parte
del presente verdadero y las tres están sujetas a cambios. Como formamos parte
de la realidad completa existimos a la vez en el pasado, en el presente y en el
futuro, aunque solo en un presente verdadero y absoluto.
Lo siento, pero las conclusiones del modelo se acercan a lo
que muchas personas no aceptarán como ciencia y lo tacharán de metafísico. Pero
en ese contexto metafísico cabe de todo y resulta demasiado espinoso distinguir
una tontería monumental de lo que vale la pena investigar.
Si pudiéramos ampliar nuestra perspectiva y traducir la
información a la forma en que la reconocen nuestros sentidos, no sería
imposible desviar nuestra vista hacia el pasado y el futuro, y darnos cuenta de
que son tan reales y están igual de vivos como el presente.
Extrañamente, viajar en el tiempo sería posible sin
curvaturas del espacio-tiempo, sin viajar más rápido que la luz, y sin
paradojas temporales. Podría ser simplemente una sorpresa que nos tiene
reservada la evolución, y de la misma forma que hace miles de años alguien se
reconoció a sí mismo en el reflejo del agua, alguien reconocerá algún día que
se ha hecho consciente en el pasado y en el futuro.
Si la consciencia surge del borrador realimentado que sería
la realidad misma, nada tendría que ver con una infinidad de conexiones en
circuitos neuronales. Se podría decir que la consciencia ya existía y que la
vida consciente evolucionó después, y eso querría decir que una máquina no será
nunca consciente de sí misma porque su causa y efecto siguen el proceso
inverso, como una casa que se construye comenzando por el tejado.
Un poco de ficción para terminar.
Supongamos que se desmorona el confinamiento de nuestra
consciencia y somos completamente libres para ver y sentir en todas las
secciones de la realidad, viajando al pasado y al futuro con solo pensarlo…
Supongamos que de repente viéramos otra sección de la
realidad, con aspecto de un mar de interferencia de ondas que nuestra mente
traduce a formas nítidas y comprensibles. Nuestro presente habría experimentado
un desfase hacia el futuro o bien hacia el pasado, dependiendo de la
información experimentada o “sintonizada”, pero en todo caso seguiría
pareciendo el presente. Si el desfase fuera lo suficientemente grande, quizás
nos viéramos envueltos en una histórica batalla medieval o tal vez, solo con
pensarlo, apareciésemos en una bulliciosa ciudad del futuro con vehículos
voladores. Las dos cosas serían reales, aunque la visión del futuro tendría que
ser una realidad difusa, no condicionada todavía por cambios de menor escala de
integración.
Después de volver a nuestra sección más densa de la realidad
y pasado el tiempo necesario, tal vez visitaríamos la ciudad soñada y
descubriríamos lo significativos que fueron los cambios que aún faltaban por
llegar, habría coincidencias y discrepancias con lo que soñamos, pero nos
daríamos cuenta de que el sueño no había sido un sueño, que lo habíamos visto de
verdad. Los edificios, los vehículos, las ropas de la gente… en todo habría
detalles que se distinguirían muy poco de lo que soñamos, algunos inexistentes
en la época en la que soñamos, pero ciertos cuando ha pasado el tiempo.
Buscaríamos libros de la historia medieval y descubriríamos que la batalla
soñada fue real, que la realidad guarda memoria de todo lo que acontece y lo
combina con el resto de la realidad para escribir un futuro difuso, pero tan
cierto como el dolor que sentimos cuando nos golpeamos.
Descubriríamos que un objeto perdido con el susto de la
batalla medieval aparecía en el mismo lugar que lo perdimos, en el aparente
sueño del pasado, o que alguien de la ciudad soñada nos recuerda cuando la
visitamos mucho tiempo después. Descubriríamos que habíamos dejado huella en el
pasado y en el futuro, que no era una película proyectada desde el
inconsciente, que el pasado y el futuro están igual de vivos que el presente.
Extraño, ¿verdad? Pero es más extraño aún que se parezca
tanto a mucho de lo que habitualmente se califica de metafísico, y
probablemente de charlatanería. Es extraño que todos los que pueden contar una
experiencia cercana a la muerte parezcan coincidir en el modo que han
experimentado el tiempo y la percepción de la realidad, yendo a otro lugar y
otro tiempo solo con pensarlo. Extraño es que algunas personas hayan podido
verificar que lo que han visto en su tránsito hacia la muerte era cierto, como
los casos de ciegos que podían describir lo que sucedía en el quirófano cuando
su actividad cerebral se había perdido.
Pero todo eso no es ciencia porque no se puede verificar…
Sin embargo, ¿acaso podemos verificar que se ha descubierto el bosón de Higgs?
No, solo podemos creer o no creer lo que nos dicen los físicos que trabajan en
el acelerador de partículas más grande del mundo. Solo algunos han sido
testigos directos de la verificación experimental, lo mismo que solo algunos
han sido testigos directos de lo que un ciego dice haber visto cuando ya se
consideraba muerto.
Vale la pena recordar el enorme trabajo de la psiquiatra
Elisabeth Kubler Ross, quien documentó alrededor de 20.000 casos de
experiencias cercanas a la muerte. Gracias a ella se comprende mucho mejor la
psicología de los que se acercan al fin de su vida, y es una referencia
indiscutible en psicología, medicina y enfermería, para cualquiera que deba
tratar con moribundos. ¿Cuántas pruebas hacen falta para que un trabajo se
considere científico? Porque si son menos de 20.000, entonces quizás deberíamos
aceptar como ciencia las conclusiones de Elisabeth y sus colaboradores, cuando afirmaban
que la muerte no existe.
Mangnífica aproximación al tema. Que bien escribes!
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