Como veíamos en el apartado sobre interacción débil, los bosones W y Z son como arietes de asedio en el mundo de las
partículas elementales. No sabemos por dónde ni de dónde vienen, no sabemos por
dónde ni adonde se van, pero queda constancia de un impacto tan brutal como el
que dejaría un átomo de hierro completo. Es como si estando solos en una sala
cerrada recibiéramos una sonora bofetada de un fantasma que no podemos ver, y
cuando preguntamos qué puede haber pasado alguien nos dijera: Bueno, eso se
explica por el principio de indeterminación de Heisenberg.
Existe una indeterminación que depende de la tecnología y
que se puede mejorar, pero incluso anulando el error, la mecánica cuántica nos
dice que sigue habiendo indeterminación propia de las funciones de onda, y como
es indiscutible que sus predicciones funcionan mejor que las de cualquier otra
teoría conocida, será justo pensar que la naturaleza de las partículas es así
de indeterminada.
Y así lo será, en cuyo caso es cierto que se deduce un
principio de indeterminación que justifica una masa o energía muy grande si existe
en un tiempo muy pequeño. El problema es que, por muy justificada que esté la
indeterminación, sigue sin explicar de dónde vienen y a dónde se van los
bosones virtuales. Si hacemos una pregunta tan clara esperamos una respuesta
igual de clara, no desvíos de la atención hacia justificaciones técnicas que no
responden a lo que se ha preguntado, cortinas de humo en el lenguaje de los
políticos…
¿Tiene la mecánica cuántica una respuesta clara en relación
a los bosones virtuales? ¿Hay algún experto que pueda explicar eso, sin que nos
veamos obligados a estudiar mecánica cuántica para descubrirlo por nosotros
mismos? Hasta el momento doy fe de haber buscado incansablemente a uno solo de
tales expertos, y sigo sin encontrarlo, así que no he tenido más remedio que
trabajar con las piezas de un rompecabezas incompleto, las que han dejado
alguna huella en la historia de la física.
Para modelar un experimento con partículas hacen falta
“observables”, que como su nombre indica son propiedades o estados que se
pueden medir o detectar, y a los que la mecánica cuántica asigna determinados
números cuánticos para introducirlos en una función de onda. Podemos comparar a
los observables con las variables independientes de cualquier problema físico,
de forma que no tendrá solución cuando los observables no sean suficientes.
Lo mismo que sucede con las variables físicas, puede haber
observables que son redundantes y no añaden información al problema, tienen que
ser suficientes e independientes. Si la condición se cumple y la función de
onda que relaciona a los observables es correcta, entonces equivale a una
“transformación” correcta de la realidad que representa. Creo que lo he dicho
bien, “transformación” de la realidad y no la realidad misma. Las transformadas
en matemáticas parecen ser corrientes cuando se resuelven problemas difíciles
de tratar de forma directa, se opera con ellas y la correspondiente transformada
inversa facilita la extracción de la información que se busca.
De forma similar, las funciones de onda en mecánica cuántica
son transformaciones, de forma que lo que oscila en los campos cuánticos no
dejarían de ser observables, a menos que la transformación fuera la igualdad
completa con la realidad que representa, pero eso es francamente difícil de
creer si los observables no son más que las diferencias que se pueden ver entre
las partículas.
La matemática de la mecánica cuántica es excelente, hay que
reconocerlo, pero también hay que reconocer que no representa directamente la
realidad, que tiene un fuerte carácter estadístico, y que se paga un precio
demasiado alto por su eficacia: Una renuncia incondicional en la búsqueda de
causas y una puerta cerrada a la realidad. No es de extrañar que la física se
haya convertido en un rompecabezas intratable, y desde luego no es de extrañar
que no tenga respuesta para explicar el origen de los bosones virtuales.
Si aplicamos el principio de equivalencia de Einstein a un
solo gramo de materia tenemos que multiplicarlo por el cuadrado de la velocidad
de la luz para obtener su energía, más que suficiente para levantar un millón
de toneladas hasta una altura de 9 kilómetros, ¡con un solo gramo de materia!
Así es lo que nos dicen las cuentas, pero hay que reconocer que no tenemos otra
explicación que la de un principio verificado experimentalmente. La relación
entre materia y energía no es menos incomprensible que la dualidad entre
corpúsculos y ondas, y nos podemos preguntar si también deberían ser una sola
cosa o si se trata de realidades diferentes, que se transforman de acuerdo con
la famosa equivalencia.
Podemos ver fragmentos macroscópicos de materia pero no hay
constancia de que se hayan visto partículas en estado corpuscular, de modo que
no es imposible que la materia y su energía equivalente sean dos formas de
observar una sola realidad. ¿Cómo se podría condensar una energía tan grande en
un solo gramo de materia, y ser tan inocua como una piedrecita?
¿Y qué sería un bosón virtual según
el modelo?
En el apartado 9 acerca de lo que medimos como masa se comparaba la actividad en un campo con un caudal, justificando
reacciones que no serían debidas a la inercia de una masa sino a la inercia de
una corriente. Como se trata de algo que fluye en todas las direcciones
radiales, sus líneas de corriente se deformarán de la misma forma sin que
importe la dirección en la que actúen las acciones externas, y como también se
decía en el apartado, más adelante veremos que la propagación radial es
equivalente a una sola dirección imaginaria, perpendicular a cualquiera de las
tres direcciones del espacio.
La energía relacionada con un campo podría ser inmensa pero
estar oculta en esa extensión imaginaria, ya que una densidad que disminuye con
el inverso del cuadrado del radio podría ser indetectable por encima de un
radio muy pequeño. En las proximidades de las proyecciones corpusculares no
habría más que interferencias, y en ese contexto la materia sería muy similar a
los viejos modelos atómicos. Si las interacciones ocurren en la superposición
entre ondas completas, entonces la realidad está oculta en esa dimensión
imaginaria, y todo lo que llena el vacío es un mar de interferencias con una
densidad promedio muy baja o nula. No podemos ver lo que hay en el vacío porque
lo enfocamos puntualmente, como si buscáramos algo muy pequeño. Tendríamos que
pensar que hasta lo más elemental de la materia está ocupando todo el vacío.
El modelo presupone que algo fluye en el vacío, en todas
partes, y a ese algo le podemos asignar el nombre de “masa primitiva”. El
caudal de masa primitiva se relaciona entonces con la capacidad para reaccionar
de los campos, que a la vez se relaciona con la masa inercial que medimos.
Resumiendo la cadena de relaciones, la masa inercial es equivalente o muy
similar al caudal de una masa primitiva, es decir, a la derivada de una masa
primitiva. De ser así, la realidad que percibimos es derivativa, porque si toda
la materia tiene masa y la masa es una derivada, entonces todo es una derivada.
Una función primitiva puede tener un valor enorme y una
derivada muy pequeña o nula, lo mismo que una masa primitiva muy grande podría
llenar el vacío siendo nula su derivada. Una realidad así ocultaría monstruos
como los bosones W y Z o energías proporcionales al cuadrado de la velocidad de
la luz, y solo se dejarían sentir cuando dejan de ser constantes como
magnitudes primitivas. Emergerían de la nada como los bosones virtuales y
volverían a la nada, como fantasmas que atraviesan durante un instante por la
única realidad que podemos detectar, o se volverían inestables y variables como
la radiación pura en la que se puede convertir la materia, apareciendo de la
nada una energía descomunal y desapareciendo el granito de materia que antes
era la proyección localizada de un campo.
En definitiva, el modelo que se ha propuesto nos diría que todo
granito de materia es como un enclavamiento local que retiene su extensión
ondulatoria, como un almacén imaginario que guarda una energía enorme pero
disuelta en la nada. Cuando el granito de materia se vuelve inestable se rompe
su enclavamiento y desciende a un estado de menor energía, porque una parte de su
extensión ondulatoria se libera como radiación. La materia es luz enclavada en
posiciones localizadas.
Como corpúsculos, las partículas son tan inquietas que
parecen estar en muchos lugares a la vez, son cambiantes como lo son las
derivadas. Por esa razón serían detectables y por eso cumplirían el principio
de indeterminación de Heisenberg. Si el corpúsculo no es más que la proyección
más densa y localizada del campo estacionario, tan inquieta como una
probabilidad, el resto del campo estaría fluyendo sin variaciones y por lo
tanto indetectable para cualquier observador que solo puede ver cambios.
Sabemos que las transformaciones nucleares conservan
el número de nucleones, la suma de masa y energía, y lo más importante para
entender el origen de los bosones virtuales es que también se conserva la carga
eléctrica. La figura recuerda lo que sucede con la desintegración de los
neutrones, donde un quark “d” con carga -1/3 se transforma en un quark “u” de carga
+2/3. Esa es la parte del proceso que da lugar a un protón y exige la inversión
de la carga eléctrica de un quark. Para conservar la carga se necesita otra
partícula de carga -1, que sería el bosón W-, pero la causa de su masa gigante podría
estar precisamente en la inversión de la carga eléctrica del quark. ¿Y por qué
se deduce que una inversión de carga tiene que dar lugar a una partícula
gigante?
Según el modelo, dos cargas opuestas equivalen a dos estados
de mínima energía y sus modos de oscilación serán complementarios, como luces
que parpadean con un desfase para que una se encienda cuando la otra se apaga.
Así la densidad y la energía del conjunto se reducen, justificando un
enclavamiento natural que marca dos fases complementarias de oscilación.
Una inversión de carga eléctrica será por lo tanto un
desfase, pero dicho desfase equivale a una variación brusca de la corriente de
ondas del campo, es decir, a la ruptura de una corriente constante y un
incremento casi instantáneo de su derivada, ya que necesita un tiempo menor que
un ciclo completo de oscilación. En consecuencia, si la masa inercial es una
representación de la derivada, es evidente que la brusca variación tiene que
proyectarse localmente como una partícula de gran masa, pero solo durante un
tiempo tan corto como la duración del desfase.
Masa inercial y tiempo de vida deben ser inversamente proporcionales,
lo mismo que la variación de una función da lugar a una derivada más grande
cuanto más pequeño sea el intervalo de tiempo, y esto es lo mismo que nos dice
el principio de indeterminación de Heisenberg cuando se trata de masa y tiempo,
quedando justificado el principio de indeterminación y el origen de los bosones
virtuales.
Los bosones virtuales son el golpe de ariete que experimenta
la corriente de un campo cuando invierte su carga eléctrica, lo mismo que una
gran masa de agua circulando por una tubería cuando una válvula se obstruye
momentáneamente. Las ondas de materia tienen inercia propia, y dicha inercia es
la causa de que las partículas y los cuerpos materiales también la tengan, pero
también es la causa de fenómenos tan extraños como los bosones virtuales y
energías descomunales que se ocultan en la nada. Los ladrillos de la realidad
son cambios o derivadas de otras magnitudes primitivas. La realidad completa es
como un río, pero solo somos conscientes de las variaciones de su corriente,
como una proyección real que a veces no cumple los principios más elementales
de conservación de la masa y la energía.
Si los bosones virtuales no fueran más que proyecciones
localizadas de cargas que se invierten, otra consecuencia importante nos
conduce al misterio de la antimateria. Efectivamente, se reconoce que la
interacción nuclear fuerte se debe a transmutaciones continuas entre protones y
neutrones, y que un neutrón y su antipartícula son lo mismo. Eso significa que
un protón y su antipartícula están implícitos en cada una de sus
transmutaciones si éstas tienen lugar con una inversión de la carga eléctrica.
La materia macroscópica parece ser neutra por lo que suponemos que existen
tantas cargas positivas como negativas, y eso puede cumplirse
independientemente de la proporción entre materia y antimateria… ¿Por qué
debería existir materia y antimateria en iguales cantidades si las partículas
pueden invertir su carga eléctrica?
Ejemplos reales que se me ocurren, por si te sirve para ilustrarlo pues aun no termino de entenderlo todo.
ResponderEliminar"La Tierra gira pero sólo seríamos consciente si acelerase o frenase".
"En una avalancha de nieve, cuando la nieve se mete en un edificio sólido que no se derrumba, la presión de la nieve es momentáneamente muy alta haciendo que su temperatura ascienda mucho unos instantes mínimos. Eso hace que la nieve sea agua y que al volver a enfriarse se tranforme en un gran bloque sólido de hielo que necesita de martillos neumáticos para poder deshacerlos".
Parece que lo más confuso es lo relacionado con las derivadas. Lo que dices de la Tierra es correcto, no sentimos su movimiento porque sus variaciones de velocidad en magnitud y dirección son muy pequeñas. Lo que dices de la avalancha de nieve supongo que es una comparación con la forma en que aparecen los bosones virtuales.
EliminarPara medir una masa inercial sabemos que se aplica una fuerza determinada y lo que se mide es cuánto acelera o frena. La relación entre fuerza y aceleración es lo que llamamos masa. Si la masa es pequeña quiere decir que aceleró mucho porque tiene una capacidad de reacción pequeña. Si es grande es que aceleró poco porque tiene mucha capacidad de reacción.
Realmente medimos una capacidad de reacción, un potencial para absorber cambios o algo parecido, pero no hay nada que se deje sentir hasta que no se produce alguno de esos cambios o reacciones. Vemos las cosas porque detectamos luz que antes ha reaccionado con las cosas, notamos que algo pesa porque sentimos la reacción que se opone a la acción aplicada...
Son las reacciones y los cambios los que dejan huella, variaciones que matemáticamente son derivadas, y si es eso todo lo que se detecta y se mide, la realidad es derivativa, está hecha de cambios de algo que no vemos y que puede ser enorme. Si ese algo es una corriente de ondas que se mantiene casi constante, entonces no deja huella que se pueda detectar y parece que no hay nada, pero si ocurre un desfase cambiará bruscamente la corriente completa y quedará la huella de un fuerte impacto.
Imagina el vaciado de una piscina… Si el caudal de vaciado es muy grande será peligroso acercarse buceando hasta la boca del desagüe, habrá mucha succión y si nos acercamos demasiado y bloquemos el orificio estaremos frenando en seco muchos kilogramos o tal vez toneladas de agua que estaban circulando por el desagüe. Este efecto se conoce precisamente como “golpe de ariete” y debe ser tenido muy en cuenta en hidráulica, porque puede destruir fácilmente una instalación.
Cuando se produce un golpe de ariete se propagan ondas de presión que suelen causar fuertes vibraciones, son ondas que disipan la energía cinética del líquido que se ha frenado bruscamente. Esas ondas son el equivalente a los bosones virtuales, y desaparecen igualmente en cuanto disipan la energía, como un fantasma.