Se advierte que los contenidos de este apartado son deducciones de un modelo de campos estacionarios. No es información de propósito general como la que solemos buscar en una enciclopedia, y probablemente no se entenderá nada sin haber comenzado por la INTRODUCCIÓN.
En el apartado anterior hemos visto que una fuerza de gravedad (un peso) no es el resultado de multiplicar masa y aceleración de la gravedad, que se trataba realmente de una fuerza como resultado de multiplicar una superficie por una tensión. Esa fuerza es una causa y debe ser igual que su efecto cuando no existe restricción que impida el movimiento, siendo el resultado de multiplicar masa y aceleración. Queda pendiente verificar si existe equivalencia entre las parejas tensión-aceleración y superficie-masa, porque debemos recordar que se igualan fuerzas pero podría ser incorrecto igualar por separado las dos parejas que se acaban de mencionar. De momento nos vamos a centrar en el efecto, que es el movimiento y la masa que se mueve. ¿Qué puede ser la masa si es algo relacionado con el movimiento?
En el apartado anterior hemos visto que una fuerza de gravedad (un peso) no es el resultado de multiplicar masa y aceleración de la gravedad, que se trataba realmente de una fuerza como resultado de multiplicar una superficie por una tensión. Esa fuerza es una causa y debe ser igual que su efecto cuando no existe restricción que impida el movimiento, siendo el resultado de multiplicar masa y aceleración. Queda pendiente verificar si existe equivalencia entre las parejas tensión-aceleración y superficie-masa, porque debemos recordar que se igualan fuerzas pero podría ser incorrecto igualar por separado las dos parejas que se acaban de mencionar. De momento nos vamos a centrar en el efecto, que es el movimiento y la masa que se mueve. ¿Qué puede ser la masa si es algo relacionado con el movimiento?
Nos basaremos en el efecto giroscópico, una interesante
comparación porque cumple la condición de existir movimiento aunque su centro
de masa permanezca en reposo, lo mismo que los campos de las partículas pueden
hervir de actividad aunque sus proyecciones locales permanezcan ancladas en una
posición. Al sujetar una rueda en rotación por los extremos de su eje de giro y
soltar uno de los extremos, el peso de la rueda crea un momento de giro
cuyo vector es perpendicular al eje. Si la rueda no girase, la consecuencia
sería un balanceo hasta quedar colgando del extremo que mantenemos sujeto, pero
si la rueda está girando se produce una reacción de inercia que mantiene
al eje horizontal, a la vez que tiende a orientar al vector velocidad
angular en la dirección del momento de giro.
Supongamos que la rueda en rotación está sujeta por los
extremos de su eje en el interior de una caja cerrada, de forma que no se
conoce la masa ni la velocidad angular. Esta condición es necesaria si queremos
hacer una comparación con las partículas, en cuyo caso tampoco podemos ver su
masa ni su actividad. Supongamos además que se encuentra en ausencia de
gravedad y que intentamos averiguar la masa aplicando un momento de giro. En
esa situación, la reacción de inercia será debida parcialmente a la masa de la
rueda y parcialmente a su velocidad angular.
Entonces, si medimos la reacción y nos preguntamos en qué
grado se debe a la masa de la rueda, tendríamos que concluir que no lo sabemos
porque habrá una infinidad de parejas de valores de masa y velocidad que
podrían causar la misma reacción, quizás una rueda ligera con gran velocidad o
quizás una rueda pesada que gira más despacio.
Podríamos modificar el experimento para determinar la masa
si aplicamos una fuerza en lugar de un momento, de manera que la medida de su
aceleración revelaría su masa porque sabemos que la rotación compensa todas las
velocidades, y la reacción frente a una fuerza aplicada en el centro de masa no
es afectada por la rotación, al contrario que la reacción frente a un momento.
Lo curioso es que las partículas se pueden comparar con ese
giróscopo en el interior de una caja negra que nos oculta su posible masa y la
posible velocidad que implica su actividad, pero las dificultades serán mayores
porque también se desconoce la supuesta distribución de velocidades en
direcciones y sentidos. Es posible que existan velocidades que no se
correspondan a una rotación pura (o que no haya rotación en absoluto), y las
reacciones no darán una resultante nula frente a una fuerza.
Independientemente de la acción
aplicada, no podemos garantizar que la reacción nos permita calcular la masa de
una partícula si existen velocidades desconocidas.
Automáticamente se puede pensar que eso es imposible, ya que
si una partícula mantiene su actividad con resultante nula (en reposo),
entonces para cualquier velocidad debería existir otra velocidad idéntica y
opuesta, de forma que la reacción debida a una de ellas quedaría anulada por la
otra.
Y así sería si las partículas fueran como un conjunto de mecanismos
en movimiento con un centro de masa en reposo. Pero si fueran una corriente de
actividad y no un corpúsculo de masa invariable, las acciones ejercidas en una
determinada sección de la corriente deformarían el campo de la partícula, las
velocidades dejarían de estar compensadas, y aparecerían reacciones que no
se podrían explicar por la inercia de una masa constante sino por la inercia de
una corriente.
Lo podemos comparar con una manguera que se endereza por el
efecto del agua en circulación. En el momento que sea curvada en un punto
cualquiera se producirá una reacción que tiende a enderezar de nuevo a la
manguera, y esa reacción será más intensa cuanto mayor sea el caudal que
circula, cuanto mayor sea en consecuencia la velocidad de circulación.
Una manguera tiene una orientación en el espacio, pero una
partícula debería ser un campo estacionario formado por ondas esféricas que se
propagan en todas las direcciones radiales. Eso implica que una acción
cualquiera “curvará” la dirección imaginaria en la que circula la
corriente, y la magnitud de la reacción solo dependerá del caudal si la
velocidad de circulación es constante. Sí, se ha subrayado “dirección
imaginaria”, pues veremos más adelante que el conjunto de todas las direcciones
radiales son equivalentes, precisamente, a una sola dirección perpendicular a
cualquiera de las tres direcciones del espacio, como si fuera realmente una
cuarta dimensión en la que se oculta una permanente actividad de las partículas.
Hablar de caudales en un campo estacionario puede parecer
dudoso, ya que sabemos que la masa de un medio de propagación oscila pero no se
desplaza cuando una onda lo recorre. Lo cierto es que estamos hablando de un
medio que desconocemos porque nada tiene que ver con cualquier medio de
materia, como por ejemplo el aire cuando propaga ondas de sonido. Además, por
tratarse de campos estacionarios, con corrientes de ondas generadoras iguales y
opuestas, no parece imposible suponer dos caudales iguales y opuestos, ya que
darían lugar a una distribución invariable como si tuvieran masa que tampoco se
desplaza. Los objetos que podemos ver se desplazan realmente, transportando su
masa de un lugar a otro, y eso significa que su descomposición en campos
elementales también debe desplazarse, dando validez a la existencia de
caudales.
La velocidad de circulación radial tiene que ser compartida
por todos los campos en superposición, es una referencia común para todas las
partículas, y eso significa que el caudal del campo es el responsable de las
reacciones frente a cualquier acción que intente curvarlo. Como la masa
inercial es equivalente a la medida de la reacción experimentada, el caudal
del campo debería ser el responsable de la masa física que podemos medir, y la
realidad física tendría que ser derivativa porque un caudal no es otra cosa que
la derivada de una masa primitiva.
Podríamos decir que la realidad física de la que formamos
parte está construida con los cambios o derivadas de otra realidad primitiva, y
que nosotros no somos observadores, somos la derivada, cambios que han llegado
a ser conscientes de su existencia pero no pueden ver su propia causa. Es evidente
que no hay evolución sin cambios, pero es difícil imaginar que los ladrillos de
la realidad física son cambios y no masas diminutas.
No podemos ver la realidad primitiva de la misma forma que
algunas serpientes no pueden ver objetos en reposo, porque su visión solo está
preparada para detectar movimiento. Para esas serpientes, un ratón no existe
hasta que se mueve, lo que recuerda porqué aparecen y desaparecen partículas en
el vacío, monstruos como el bosón W que demuestran que la masa es la
manifestación de los cambios de una realidad oculta. Detectamos los cambios de
magnitudes primitivas, pero no podemos saber cómo son de grandes esas
magnitudes, podrían ser como un montón de arena o podrían ser como una montaña.
No se puede medir la masa de las
partículas poniéndolas en una balanza y, si lo que se mide es entonces una masa
inercial (una reacción), no hay forma de saber su masa real si desconocemos su
actividad oculta. Cambiemos la distribución de velocidades en la actividad de
una partícula y habremos cambiado su movimiento, pero también habremos cambiado
su masa. Ningún procedimiento de medida notaría la diferencia entre la masa
real y las reacciones causadas por una nueva distribución de velocidades.
Disminuyendo progresivamente la masa a la vez que se
aumentan las velocidades ocultas, sería posible mantener constante la reacción
frente a una determinada fuerza. Pero como dicha reacción es la forma en que se
miden las masas, no veríamos diferencia entre poca masa con mucha velocidad o
mucha masa con baja velocidad. En el caso límite habríamos eliminado
completamente la masa y no tendríamos otra cosa que velocidades extremas, pero
sin embargo la medida de la masa seguiría siendo la misma.
Sabemos que existen partículas sin masa como son los
fotones, lo que significa que el caso límite de movimiento puro sin masa no
parece imposible. Hablar de ausencia de masa es bastante relativo, puesto que
si un fotón contiene energía se determina fácilmente su masa equivalente. No
habría problema en reconocer que la energía de un fotón se corresponde con la
masa que tendría el fotón si fuera una partícula en reposo.
Si el movimiento de una partícula procede de su propia
actividad oculta, habrá una redistribución de sus velocidades ocultas para dar
lugar a una resultante que se corresponde con el movimiento de la partícula.
Pero si las velocidades cambian su dirección cuando aparece movimiento, también
cambiarán las reacciones que determinan su masa, presentará reacciones
diferentes dependiendo de la dirección y, por lo tanto, es posible que exista
un aumento de masa solamente en la dirección del movimiento, justamente lo mismo
que nos dice la relatividad.
¿Qué es entonces la masa de una partícula? Si aceptamos que
solo existe una única velocidad constante y hay partículas sin masa como los
fotones, la consecuencia es extraña porque, entonces, la masa solo es una manifestación de movimiento puro sin masa, una
ilusión que solo tiene sentido dentro de una realidad construida con otra
realidad de fondo. Extraña parece ser esa “sustancia primitiva” de la que todo
está hecho, tan inconsistente como la nada pero tan activa como la consciencia.
Si las partículas están hechas de
actividad que fluye con velocidad constante, la unidad de flujo será una
referencia de tiempo común, es decir, se trata de un tiempo absoluto que las
partículas experimentan. Sin embargo, el flujo de actividad total de cada
partícula será proporcional a su capacidad de reacción y, si lo que se mide
como masa son reacciones, entonces el caudal (flujo) de actividad de una
partícula representa la masa que nosotros medimos. Observar una partícula sería
como ver correr el agua de un río, solo vemos la porción de agua que está a
nuestro lado pero ignoramos que la partícula es el río completo.
Parece ser que la masa como magnitud física es tan abstracta
como el tiempo. Se ha pensado en ellas como magnitudes coherentes, pero se
miden magnitudes que no se corresponden con el concepto mental. En conclusión,
nos basamos en medidas reales que permiten calcular y predecir, pero la interpretación de la realidad seguirá
estando llena de lagunas hasta que aprendamos a reconocer las verdaderas
magnitudes primitivas.
¿Qué puede ser la masa en definitiva? Si buscamos lo más
parecido a masa gravitatoria, tenemos que pensar en la superficie de enlace que
resultaría después de normalizar la densidad de enlace. Si pensamos en masa
inercial tenemos que imaginarla como un caudal. Pero si acertamos a comprender
las magnitudes primitivas, es posible que surja una nueva física que deje
obsoletas a las ancestrales magnitudes como la masa y el tiempo, viejos
condicionantes históricos y culturales que tendremos que relegar al baúl de los
recuerdos.
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